José Luis Nunes Martins
La muerte, el dolor y el
sufrimiento tienen un sentido. Aunque no se consigue saber cual. Pero nuestra
incapacidad de comprender no significa ausencia de significado.
Si muchos lamentan no estar
en el mundo de aquí a cien años, pocos se entristecen por no haber estado aquí
hasta los cien años. Casi ninguno se preocupa por saber en qué mundo estaba
antes de estar en este… pero la duda sobre donde estaremos después de esta vida
es fuente de grandes angustias.
Todos los días despertamos
diferentes. El sueño y los sueños que separan un día de otro pueden ser imagen
de lo que separa esta vida de la otra. Así como hay una línea de continuidad
entre la persona que dormía y aquella que despierta, también habrá consistencia
y coherencia consciente entre aquella que muere y aquella que después debe
renacer. No con pérdida de lo que fue, ni memoria de lo que hizo… más bien, la
misma persona, solo diferente… mejor.
Es buena la tristeza
profunda que acompaña la inevitabilidad de la muerte, es señal de que la vida
tiene un valor inmenso.
El silencio hace mucho bien
al corazón. ¡Que las lágrimas de la tristeza nos ayuden a comenzar una vida
nueva, cada vez que un pedazo de esta vida se pierde! Por más que suframos,
encontraremos siempre un momento en que es posible levantarnos… A esa altura,
debemos levantarnos e ir en busca de lo que es nuestro. De lo que es de cada
uno. De lo que somos. De lo que de mejor podemos ser.
No quieras que la paz llegue
el mismo día de la tormenta. Es necesario aprender a esperar con paciencia, en
la sabia humildad de reconocer que es mucho más lo que nos sobrepasa que
aquello que depende sólo de nosotros.
La muerte y el amor son sólo
puertas adosadas. ¡No están cerradas! Es
necesario parar y creer… tocar, abrir… entrar. Estas puertas esperan a alguien
que pasa por ellas y salga de su mundo y entre en otro… que va más allá que
este. Mucho más allá.
¿Si no conoces aquello en
que crees, porque no crees que hay más que aquello que sabes?
(ilustração de Carlos
Ribeiro)
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