21 de novembro de 2015
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Nadie puede vivir mi vida por mí. Nadie puede dar mis pasos, ver lo que veo, sentir las mismas emociones o pensar ideas iguales a las mías… ser, es ser diferente.
Mi existencia puede servir de modelo a otros,
del mismo modo que puedo tomar a alguien como ejemplo a seguir, pero no debemos
dejar que el yo se pierda, porque si me confundo con otros perderé mi mayor
valor: sr único. Amar no es anular a nadie, sino protegerlo y promoverlo, tal
como quiere ser. El bien que es.
No soy lo que tengo, no soy lo que hago. Soy
solo la huella que dejo… lo que decido ser, a cada paso.
Cuando alguien muere, se pierde su referencia
palpable. Es el fin de todas las posibilidades de relación, en los términos en
que lo conocemos. Pero, más que sus zapatos –que otro cualquiera puede usar-
quedan sus pasos, al lado de quien precisaba de su fuerza, todos los que dio
por amor… porque solo lo que es noble queda. Todo lo demás es nada.
Porque el amor es la negación de la muerte, es
por lo que conduce a la más importante
de todas las guerras, lo visible contra lo invisible, la duda contra la fe, el
tiempo contra la eternidad… cabe a cada uno de nosotros escoger lo que quiere.
Cuando alguien que me ama muere, queda. Con
todo, depende de mí aceptar su presencia en mi intimidad. ¡Asumir la misión de
ser uno, por los dos… más libre que nunca… pero es eso mismo lo que quiere
quien nos ama de verdad: que seamos independientes, autónomos y felices!
La muerte no separa a los que se aman, solo los aproxima y une, todavía más, deciden continuar amándose.
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