Descanse en paz Miguel, “El Argentino”. Ha sido huésped especial durante un largo periodo de tiempo en
nuestro albergue. Especial porque ha vivido a bien con todos, al menos yo no he
oído hablar mal de él nunca. Su delicada salud, es cierto, y su carácter suave,
inspiraban simpatía y yo creo que no defraudaba, al menos a mí no me defraudó
en el tiempo que lo he tratado, y en las conversaciones que hemos mantenido.
Ha sido especial también
porque ha estado acogido al amparo de este albergue, precisamente cuando más lo
necesitaba, y él ha sabido responder con su agradecimiento. Ha muerto en paz,
silenciosamente, se fue apagando, sin renunciar del todo a pequeños caprichos, contrarios a las
exigencias médicas y enemigos implacables de su delicada salud.
Total, ¿para qué tantos cuidados? ¿Qué podía esperar
un emigrante, tan lejos, y hace tanto
tiempo, de su patria, sin otra familia o
amigos más que los que en estos momentos tenía? No se cuidaba mucho, pero sí
procuraba vivir cada momento, vivía muy
intensamente, mostrando siempre una gran sensibilidad ante las cosas sencillas
y naturales.
Yo guardo un recuerdo que ya
he recogido en otro post anterior, fruto precisamente de una visita que nos hizo
hace algunos meses, acompañado de un buen amigo suyo. Me dejó impresionado la
confesión que me hicieron los dos, “solemos ir a ver la salida del sol juntos”…
Yo creo que ha sido una larga
despedida la que ha vivido Miguel, él ya intuía lo que le esperaba, por eso iba
en busca del sol, buscaba una vida mejor, más cálida y acogedora, y seguramente
ya descansa para siempre a la luz del
Sol, en la mejor compañía.
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