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5 de setembro de 2015
5 de setembro de 2015
Ilustração de Carlos
Ribeiro
Querida amiga,
A nadie le gusta ver sufrir a quien ama. Por eso, no es de extrañar que le hayan dicho que no les gusta verse de esa forma. Estemos alegres o tistes, somos siempre una y la misma persona, en momentos diferentes de la vida. El amor consiste en querer el bien de quien se ama, por lo que ser capaz de desear su felicidad es ya algo muy bueno por sí mismo. Por el contrario, si amamos a alguien que está triste, entonces sentimos el deber de hacer algo en relación a eso… Ahora, es en ese preciso momento en el que se distinguen las verdades de las apariencias. Cuando se trata de pasar a las obras, muchos amores aparentes se esfuman…
Al contrario de lo que muchos piensan, una persona triste no es una persona horrible. La tristeza forma parte de la vida, de todas las vidas, tal vez más aún de aquellas que por todos los medios la intentan esconder. Es un error grave pensar que debemos, cuando estamos mal, aparentar estar bien para no sobrecargar a quien le agradamos. El amor es un compromiso con la verdadera felicidad del otro. Alguien que ama sólo puede estar contento si aquellos a quien ama también lo estuvieran. Las falsas apariencias son, aún con la mejor de las intenciones, golpes duros, fuertes y feos en cualquier relación humana.
Querida amiga, aquella persona a la que no le agrada cuando está triste, ¿será que se agrada incluso a sí? ¿O será que sólo se quiere a sí misma? Lo lamento, pero en cualquiera de los casos, no hay amor. Importa tener cuidado con las palabras y los gestos. Una cosa es que yo diga que no me gusta ver a alguien triste; otra, bien diferente, es que yo ame a esa persona –y de la que quiera cuidar- cuando más necesita a alguien. No confíe en las palabras. Concéntrese en los gestos. El amor se hace con obras, no de promesas, por más bellas y poéticas que sean. Un enfermo nunca busca un médico que hable muy bien… sino alguien que lo cure.
Siempre hubo quien dijera que sólo hay amor cuando fuera bueno para los dos. ¡Nada más errado! El amor verdadero será casi el opuesto de eso. Amar es crear para sí mismo una obligación de cuidar del otro, más aún cuando él estuviera mal. Al límite, sólo se puede amar de forma profunda a quien necesita y acepta nuestro amor. Pues sólo en ese caso él cumple de forma plena. Antes que eso, será un compromiso de honra asumir ese papel en caso de necesidad.
No siempre, quien está
triste quiere compartir su dolor. A veces, no se quiere hablar con nadie sobre
el asunto. Al final, la persona asume que la tristeza es suya y de nadie más.
En esos casos, importa que tenga por seguro sólo, el respeto a la persona,
mostrándole que estamos ahí. Que queremos estar ahí con ella. Que su tristeza
no nos desilusione. Que ella es la misma persona. La que amamos. Tanto si quiere
compartir su tristeza con nosotros, como si prefiere el silencio y alguna
distancia.
Todas las personas sufren. Es imposible amar a alguien sin sufrir. No hay amor sin sufrimiento. Los seres que sólo quieren del otro lo que él tiene de más agradable son parásitos… y, la cruda verdad es que también hay muchas especies de parásitos humanos.
No crea que su amor, aunque sea auténtico y profundo, evita el sufrimiento a las personas que ama. El amor sirve para cuidar, no para evitar lo inevitable. Las personas que amamos lloran, sufren y mueren como todas las otras. La diferencia es que no lo hacen solas.
Así, tampoco crea que
el amor de quien la ama la puede librar de los sufrimientos y amarguras de esta
vida. Las personas que aman permanecerán cerca, pero necesitaran siempre que
las enseñe a amarse. Que las ayude… a ayudarse.
El amor hace milagros,
sí. Pero nunca hace los milagros que las personas consiguen hacer solas.
Cuente conmigo.
Le ruego que no deje
que su fe en el amor sea perturbada.
Confío en usted y la
tengo presente en mis silencios.
Muy agradecido
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