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11 de abril de 2015
Ilustração de Carlos Ribeiro
Querida amiga,
Una de las virtudes más importantes es la de saber conocer alas personas. Cuando se fracasa ahí, la tragedia es casi segura… así, si me lo permite, le voy a escribir algunas líneas sobre lo que creo que es más conveniente a este propósito:
En primer lugar, no se
puede evaluar a los otros sino con la medida que usamos para evaluarnos a
nosotros mismos. No tiene sentido querer saber todo sobre otro sin antes
haberse esforzado por conocerse a sí mismo.
Después, debemos tener
siempre en cuenta que las personas se revelan en el tiempo. Cualquier análisis
hecho con urgencia será, casi siempre, equivocado. Nadie se manifiesta en un
momento o dos. No hay personas simples, nadie cabe dentro de una explicación
fácil y rápida. Somos unidades vivas que se desenvuelven de forma progresiva.
Nuestra identidad es un complejo equilibrio dinámico entre permanencia y
mudanza.
Si no somos siempre lo
mismo, tampoco mudamos a cada instante. Los mayores cambios en la vida se dan
de forma sutil y casi desapercibida. Hay quien no se da cuenta de que es hoy
opuesto a lo que era hace unos años, porque estos cambios de rumbo se dan sin un
choque o movimiento brusco.
Sólo con tiempo podemos
evaluar estancamientos, evoluciones y revoluciones.
Tiempo. Mucho tiempo.
Tanto tiempo cuanto sea posible. Si le fuera necesario tomar alguna decisión,
importa que sea humilde al decidir, sin confiar demasiado en su capacidad de
leer señales y normas. La verdad es que la mayor parte de nosotros prefiere quedarse
sólo con aquello que consigue comprender, ignorando el resto… pero eso que puede parecer que está de sobra
es, muchas veces, lo más importante… y sólo se podrá saber ver si le damos
tiempo…
Pero, las personas
nunca son lo que parecen. Nunca. Ni siquiera cuando parecen serlo que son. La
apariencia nunca es la esencia. Hay quien se sirve de esta distancia para
hacerse ilusiones, para engañarse a sí mismo e intentar engañar a otros…
Hay quien no sabe decir
la verdad.
Lo que importa está
dentro, más allá, de lo que se puede ver y tocar. Lo exterior es sólo un
soporte de lo interior, un medio para revelarse. Una apariencia, por sí
sola y por más bella
que sea, no es nada, no sirve para nada ni vale cosa alguna. Lo mejor de
alguien nunca es evidente. Lo peor tampoco.
Es necesario saber
además que una persona no es sólo una historia pasada. Son muchos los que
hablan de sí mismos como si se conociesen bien, cuando en realidad sólo relatan
acontecimientos pasados. Ahora bien, esas autopsias revelan solamente lo que
ellos fueron, no lo que son: una especie de cadáveres sin presente ni futuro. Es
tan fácil caer en este error… ¿no es así?
Cada uno de nosotros es
una unidad donde pasado, presente y futuro se enriquecen unos a otros… lo que
somos resultará más de las acciones que de las intenciones, más de la voluntad
que de las casualidades, más de la esperanza que de los recuerdos.
Es un error común
prever el mañana por el hoy. No somos secuencias lógicas. Somos libres y es en
esta incertidumbre, ínfima e infinita, donde reside el sentido de nuestra vida,
la verdad de nuestra autenticidad y el valor de nuestra singularidad.
Pero, como creo que
sabe, querida amiga, hay quien, incluso ante las pruebas de falsedad de aquello
en que cree, se agarra con voluntad ciega y redoblada a sus certezas…
convenciéndose aún más de sus infundadas creencias.
Hay poca gente capaz de
asumir la sabiduría de la humildad, comprender y creer que se engañó, y que,
por mayor que haya sido su contribución emocional, está a la altura de ponerle
fin y cambiar de rumbo.
Tendemos a inventar
historias que nos ayuden a encontrar respuestas sobre la identidad, la nuestra
y la del otro. Es raro que consigamos pensar que un ser humano es un verdadero
y profundo secreto y, por eso mismo, nos engañamos con frecuencia, deliberada y
cruelmente. La verdad es que casi nunca sabemos el por qué de lo que sentimos,
aunque estemos casi siempre convencidos de que sí, por más íntimas que sean
nuestras emociones…
Si aceptamos que cada
uno de nosotros es un misterio que se revela a lo largo de su tiempo, eso tal
vez ayude a disipar las prisas que tantos tropiezos y absurdos nos causan…
Finalmente, le pido que
medite en algo que me ha enseñado mucho: una vela es el pabilo, la cera es sólo
el soporte. Su verdadera luz se da en el
tiempo, no en el momento.
Me complace usted,
confío en usted y rezo por usted.
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