Nuestra sociedad tiene
muchas carencias, es cierto, no pretendo decir lo contrario, pero tiene
también
estas otras cosas, y estas otras personas…
Esta mañana me tocó
acompañar a la farmacia a un hombre que vive en el albergue, y que por motivos
de enfermedad, para regularizar su situación y adquirir sus medicinas, ha
tenido que venir a entrevistarse con el trabajador social.
Cuando regresamos a la
oficina había una persona que suele criticar siempre lo mal que lo trata la
sociedad, y lo estaba haciendo con todas sus ganas hoy. Casi nadie suele contradecirle, incluso puede lograr más de un asentimiento.
No pude por menos de
llevarle la contraria hoy, expresando mi agradecimiento y admiración por poder
vivir en una sociedad que atiende de esta manera a una persona que, “legalmente
casi no existe” y ha vivido la mayor parte de su vida al margen de la sociedad
pero en medio de ella. Me dice que ha vivido 29 años en España, que ha
trabajado en la pesca, en un pueblo de la costa, pero no sabe si han cotizado
por él…
Quizá ha vivido mal más
por culpa de una persona que burla los
controles sociales para aprovecharse y explotar a una persona, extranjero y
necesitado de lo elemental para vivir. Son las personas muchas veces las
culpables, la sociedad, aunque sea imperfecta y no alcance a solucionar los problemas
de todos sus miembros, tiene articulados
unos servicios básicos bastante eficientes, amparados en unas leyes ideales y
universales. Pero tenemos ya por costumbre muchas veces, sin pararnos a hacer
ninguna comprobación, descargar toda la responsabilidad solamente en el Estado,
en el gobierno, el ayuntamiento, el alcalde, etc.…
Aún me quedaba el último
detalle que me dejaría definitivamente asombrado esta mañana.
Pero no termina aquí mi
admiración por estos dos hombres, de albergue. De vuelta conozco a su compañero
y hablo con él, agradece mi interés por conocerlo, pero no quiere en absoluto que
aparezca su nombre en la historia que yo cuente sobre ellos. Y aún me queda lo
más emocionante por saber. Es tan buen compañero que, todos los días, van
juntos para ver la salida del sol, por
deseo de nuestro asombroso paciente…
Quiero ver en ello unas
ganas de vivir la vida desde su comienzo, siempre nuevo, sorprendente, con un espíritu abierto,
joven, o una forma superior de vivir la vida, por encima de las apariencias, de
las miserias, en libertad total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario