sábado, 18 de abril de 2015

“¿Cuál es la característica que define mejor al albergue, hermana?”…



Este ramo lo regaló otro
 acogido agradecido
Aún estoy esperando conocer la respuesta a una pregunta, tan sencilla, tan elemental y fácil de responder, por parte de una persona entregada de por vida al cuidado de los más necesitados, que temo quedarme sin llegar a conocer la ansiada respuesta.


En una de esas tertulias, que de vez en cuando profundizan en la verdadera razón de ser de los albergues de acogida para personas sin techo ni hogar, me llamó la atención  una persona, recién llegada al albergue. Exponía públicamente su agradecimiento, totalmente sincero e incondicional,  por la existencia de este albergue en concreto y por el trato que en él se le había dispensado.

Sin embargo, todavía me sorprendió más su enorme capacidad de comprensión, porque demostraba con ello dos cosas, la radical necesidad de un centro como este, y por otro lado, la facilidad con que los que nos dedicamos al cuidado de las personas acogidas, seglares o religiosos, caemos en el  “vicio profesional”,  el exceso de confianza, o el abuso de poder…

Porque,  este hombre,  tan agradecido y sorprendido estaba por la acogida que le habían brindado,  cuando se encontraba totalmente desamparado, que quería saber cómo era posible que alguien le ayudara tanto y tan bien. Entonces le pregunta directamente a una hermana, como prueba del afecto al centro y a las hermanas, sin duda, pero también para darle la oportunidad de que expresara públicamente, el profundo sentido de su vida de entrega a los demás: “¿Cuál es la característica que define mejor al albergue, hermana?”…

Pero la hermana se quedó tan sorprendida, y aturdida, supongo,  por lo inesperado de la pregunta, que no supo qué contestar. Entonces el hombre, no se cortó ni la humilló, sencillamente la retó a que le diera la respuesta al cabo de dos o tres días, antes de que se marchara.

Yo, pecando de cotilla, quise saber algunos detalles más, y cuál era su opinión sobre el centro y las hermanas, y cuál era la respuesta que él esperaba. Pero este hombre me dio otra lección de honradez y de hombre de palabra, me dijo muy clara y rotundamente: “No. Primero es ella”…


Y sigo sin saber la respuesta, aunque me gustaría conocerla, tampoco sé si él llegó a conocerla el interesado, pues no lo volví a ver. Pero no importa, ya he aprendido la lección magistral que me dio este caballero: que cada uno debe saber qué es lo que hace, y por qué lo hace.

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