jueves, 26 de febrero de 2015

una mañana de sorpresas

Después de una temporada más o menos tranquila, y de ajustes tras el cambio de trabajador social al frente del proyecto en San Fernando, una mañana de sorpresas: 


Primero la que nos proporciona una persona especial, que a penas viene por la oficina, por no molestar o por vergüenza de que lo veamos como él mismo no quiere verse. Para verlo tengo que ir a buscarlo adonde él suele pedir para luego, además de comer, beber algo para olvidar y así poder dormir. Hoy por fin lo encuentro y me dice que ha  tomado la firme  decisión de volver a un centro de desintoxicación, ya está en la lista de espera, el número nueve tiene, así que pronto lo llamarán.

Además estuvimos comentando cosas de su aspecto comparado con el que traía hace unos pocos meses, recién abandonado el centro donde había pasado seis meses… tan excelente que algunos ni lo reconocían… y lloraba, cada poco se echaba a llorar, cada vez que mencionábamos a su hermano y otro “amigo” que abusan de él, de su buen carácter y que no es capaz de decir no. Y me sorprendió más por una confesión que me hizo, en voz baja, como un enamorado. Entonces yo le dije que por amor habían existido muchos caballeros y tenían un motivo para mejorar sus vidas… Le gustó escuchar esta comparación.


Un poco más tarde, la mala noticia,  no por esperada menos inquietante, era la citación en el juzgado de otro buen amigo nuestro, para informarle de las consecuencias de la deuda hipotecaria que pesa sobre su vivienda, o dicho de otro modo, ha visto aparecer con mayor nitidez el fantasma del desahucio. Por eso llegaba hoy sin aliento y con la cara desencajada. “A mí no me echan, antes…” Bueno, es la reacción justa de alguien que no encuentra el modo de satisfacer deuda ninguna porque lleva años buscando trabajo. Pero, ha sido capaz de aguantar, determinado a ir dando los pasos que sean necesarios para impedir que se materialice el maldito desahucio. Bien hecho.

Y la última sorpresa, más agradable, pues después de meses y de haber pasado por una larga hospitalización, en su silla de ruedas, reaparece el que en otros tiempos acudía día tras día y nos entretenía con su charla y su voz cálida y amable. Se le nota la huella de la enfermedad, pero en absoluto ha hecho  mella alguna en su carácter, ni en el ánimo y la capacidad de gestionar su vida de la manera más autónoma que le es posible. Tampoco ha hecho mella en su fe, no tardó en  contarme su última experiencia hospitalaria, él siempre ve una oscuridad, y luego todo es luz, envolvente, cálida, como su voz, seductora, limpia… Que te recuperes pronto.

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