domingo, 1 de febrero de 2015

Cada hombre es un proyecto… divino



Nadie fue ayer,
ni va hoy,

ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino

que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios.
(León Felipe)


Cada hombre es un proyecto divino, por eso apasionante,  misterioso y atrayente; ejerce una
atracción tal, que eleva la vida y la empuja hacia adelante, es admirable en todas sus manifestaciones, tan diferentes como personas existen, han existido y existirán, “no  cae un solo cabello, sin que el Señor lo sepa”. Cada uno es digno de respeto, un respeto sagrado, por más desorientado o maltratado que se encuentre. Llegará el momento en que un samaritano descienda hasta él y se haga cargo de su cuidado…

Todos los hombres somos imprescindibles para la salvación de todos y de cada uno, pues un proyecto divino no puede ser contrario o enemigo entre sí; su desarrollo produce una armonía  generadora de la verdadera paz, que es eterna, y que vence los obstáculos de este mundo, por muy escarpados y crueles que se presenten.

Un proyecto alimentado por la verdadera Sabiduría, que en todas las épocas se encarna en testimonios de su búsqueda incesante, insaciable hasta el  encuentro cara a cara, y que nos facilita héroes, maestros, modelos admirables, unos en el éxito y otro en el fracaso…

Así se ha desarrollado tan espectacularmente la humanidad, aunque no hemos actuado siempre como dice el autor inspirado: “Aprendí la Sabiduría sin malicia, la reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable  para los hombres: los que la adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda”. (Sab. 7, 13-14) Y en otra parte dice: “La Sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y de buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia” (Santiago 3, 17-18)

Por más que le pidamos a esta sociedad que sea perfecta, que  colme todas nuestras
necesidades, deseos y aspiraciones, nunca lo vamos a lograr si no actuamos conforme a esa Sabiduría, que nos permite mirar desde y hacia  un horizonte universal, infinito, luminoso, cuya contemplación  causa ya una  satisfacción anticipada. Todos somos hijos de Dios, y como tales tenemos ese don que permite atisbar  la verdadera felicidad, que no tiene fin. Todos somos ciudadanos, y por eso tenemos que aportar lo mejor de cada uno para que la sociedad se beneficie, y sea así un aprendizaje y un anticipo de la verdadera felicidad.

Termino con el salmo 138: “Señor, Tú me sondeas y me conoces; / me conoces cuando me siento o me levanto, / de lejos penetras mis pensamientos.../ todas mis sendas te son familiares. /Señor, sondéame y conoce mi corazón, / ponme a prueba y conoce mis sentimientos, / mira si mi camino se desvía, /guíame por el camino eterno”.


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