sábado, 15 de noviembre de 2014

Una lección de humanidad


Cada día viene a tomar su vaso de sopa instantánea, aprovechando el microondas que tenemos; mientras los demás toman café, él toma sopa, para compensar un poco el efecto del vino, y así lo veamos que se cuida, que él cuando quiera deja de beber y ya está, hecho un señor, le dejará de temblar el pulso, y le cantará las cuarenta al lucero del alba. “¿Ves como a todo el mundo le gusta un vaso de vino. A mí no me hace efecto, yo me controlo, no necesito ir a ningún centro”, así responde cada vez que alguien le insinúa la conveniencia de solicitar un centro para rehabilitarse.

¿Y ahora qué? Se te ha ido la persona que más querías, la única que seguramente te escucharía y acogería. Luchaste por verla antes de morir, parece que presentías la cercanía de su partida definitiva, y sin embargo no lograste el permiso que te hacía falta para poder verla…

En esta situación, hoy estaba yo extasiado escuchando a mi amigo C. (cuando está tranquilo y feliz me da un beso y me dice que soy como su padre, que me quiere un montón) ¡Cómo le hablaba a M., con qué cariño, con qué sensatez. Él que ha pasado, cometido y asimilado ya auténticos desatinos. Acababa de decirme hacía un momento, y yo lo apoyaba, que haría lo posible por alejar a A. de M., y sin embargo ahora, olvidadas todas las amenazas, aconsejaba a M. que no guardara rencor a nada ni a nadie, que se dedicara a vivir el presente y a mirar hacia delante.

El tono y las palabras de C. nos seducían a cuantos lo escuchábamos, tuve que decirle  que hablaba con voz de locutor, que además hablaba como un sabio, y que le agradecía el apoyo que nos prestaba a los voluntarios hablándole así a M., porque él hablaba desde la experiencia. A pesar de lo mucho que ha pasado, no guarda rencor a nadie. Él tampoco pudo despedirse de la persona que más lo quiso, porque la indispusieron contra él, y sin embargo sabía que él era un poco el favorito.


Esas cosas le decía C. a M., y recibimos una lección de humanidad impresionante. Puede que no llegue a conseguir su objetivo, que M. le haga caso; pero a C. sí le hacen mella las palabras y los gestos , y lo prueba su agradecimiento, y lo refuerza siendo un consejero oportuno, totalmente desinteresado, por encima de diferencias y agravios. 

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