Hoy nos han visitado,
entre las veinte visitas a lo largo de la mañana, dos chicos franceses. Hablaban
con dificultad el español y por eso hablaban poco y tampoco daban pie a tener
aunque fuera una pequeña conversación con ellos.
La espera para la
entrevista con la trabajadora se alarga más de lo que ellos desean, estaban cansados; se disculpó uno de
ellos, que habla más español, porque daban mal olor y no les daba tiempo a ir al
albergue a asearse y cambiarse de ropa.
Yo tenía la intención de
preguntarles cómo es que venían de Francia, cómo andaban las cosas por allí,
pero, un compañero voluntario, que sabe francés, hablaba de Francia en un tono
que no le debía gustar mucho a uno de ellos, porque le contestó con bastante
claridad y casi ofendido “yo soy francés, pero hijo de italiano y francesa. Soy
un niño de la calle, porque no fui al colegio… España está mejor que Francia,
por eso hemos venido”
Mientras yo preparaba
alguna cafetera más, vi como este chico estaba callado, dibujando en un trozo
de papel, para calmar los nervios de la espera.
Al rato, ya estaban
junto a la puerta de la trabajadora porque les había llegado el turno, y me acerqué con el
papel que había dibujado y abandonado en la mesa. Le pregunté si lo había
dibujado él y si me podía quedar con él, me contestó con una sonrisa que sí. Amablemente
me explicó lo que había dibujado: una casa, unos árboles o plantas, hasta el
cementerio. Un pueblo.
Pero por detrás del
dibujo había escrito, con mayúsculas: “NI DIOS, NI AMOR”, y se lo mostré. Sonrió.
Expresó como pudo algunas críticas para decirme que en realidad no les ayudábamos
mucho, que lo que él necesitaba era dinero. Me pregunto si yo era voluntario, y
por qué… le señalé la palabra Dios y Amor, y volvió a sonreír, bajando la
cabeza. Pudo haber sido el comienzo de una interesante conversación.
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