sábado, 7 de marzo de 2020

Un hábito solo se vence con un hábito nuevo



 José Luís Nunes Martins


Un hábito es un sustituto de la felicidad. Impide la libertad de modo muy sutil. Da conformidad y paz, pero lejos de la alegría y la felicidad. Puede hacer que nos sintamos cómodos en los contextos más hostiles, pero eso es, en la mejor de las hipótesis,  un mecanismo de defensa de quien tal vez haya desistido de luchar contra las adversidades, aliándose, a veces, con el mal…

Nuestros hábitos acaban por destruir cualquier tentativa de introducir novedades en la vida. Por buenas que sean las propuestas, son raras las veces que nos hacen cambiar nuestras costumbres.

Los seres humanos son esclavos de sus rutinas, hasta el extraño punto de que estemos apegados a los hábitos más negativos que a los positivos, a los vicios más que a las virtudes.

Que seamos buenos es el resultado de una guerra constante contra lo que es natural en nosotros.

Anular un hábito pasa por la introducción de una larga rutina paciente que busca, día tras día, debilitar de forma calma las amarras del viejo hábito.

¿Cuánta felicidad sentimos solo en el hábito? Ya ni pensamos en la causa ni en cualquier posible finalidad, creemos que somos así y… no cambamos.

¿Es que todas estas nuestras formas de vivir nuestra vida no son señales evidentes de que estamos huyendo de algo más profundo?

Las preocupaciones menores sirven para esconder otras mucho mayores.

Es cierto que no podemos navegar en el mundo que nos rodea sin algunas formas de mantener la salud, ¿pero es que los hábitos que tenemos son los mejores que podríamos tener?

¿Por qué pasamos la vida mirando al suelo cuando podríamos contemplar el cielo?





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