José Luís Nunes Martins
Debemos aceptar al otro tal como es. Sin eso no hay amor.
Sin embargo, es imprescindible comprender la dinámica del amor a lo largo del
tiempo, toda vez que no somos seres estáticos e inmutables.
Todos nosotros, todos los días, cambiamos un poco. La
atención a ese casi nada que cambia es tan importante como la conciencia de lo
que e mantiene. Cuando estamos demasiado cerca, tendemos a considerar que
conocemos bien al otro, cuando, muchas veces, poco a poco, él fue cambiando
hasta un punto que ya no es sino parecido a lo que estamos convencidos que es.
Amar es caminar en conjunto en la vida, estableciendo un
sentido en conjunto y siguiéndolo. Al mismo tiempo que nos vamos encontrando,
ayudando y educando uno al otro. Sí, cada uno de nosotros es tan singular que
una simple idea preconcebida es lo suficiente para destrozar el todo. Es
importante indicar a quien os ama lo que somos, lo que fuimos y lo que queremos
ser. Con paciencia, tanta cuanta necesitemos tener para escuchar con toda la
atención cuando él estuviera dispuesto a hacer lo mismo. Amar es aprender con
el otro.
No es justo pedir a alguien que nos ame tal como somos,
porque eso crea y alimenta una apariencia ilusoria de estabilidad que no
corresponde a la verdad.
En la vida, la mayor parte de nosotros comienza por ser
amado de una forma incondicional por nuestros padres. ¡Nos miran, pero en la
inmensa mayoría de las veces solo ven nuestro interior, por eso podemos tener
cincuenta años y nuestros padres continúan viendo el mismo corazón! Pero es un
corazón que no siempre es el mismo, que crece, aprende, sufre y ama… manteniéndose
entero y auténtico, nunca igual.
Hay adultos, menos maduros, que tienden a creer que el
amor es ser amados tal como fueran en cuanto hijos. Sin embargo, amar es lo
opuesto a eso. Es abnegarse hasta el punto de cuidar del otro como si fuésemos
padres de él.
El que quiere amar tiene que crecer y pasar de la actitud
carente de niño a la posición de generosidad adulta a la que da el nombre de
amor.
Algo que se desea recíproco, pero que deja de existir así
que comienza la contabilizarse lo que se da y lo que se recibe.
Tal vez el amor sea la mayor de las aventuras, porque
basta un instante `para que todo cambie, sin que eso altere nuestra voluntad de
hacer al otro feliz.
Quien ama es capaz de algo poco natural: echarse para atrás,
dando prioridad al otro.
https://agencia.ecclesia.pt/…/amar-e-crescer-e-envelhecer-…/
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