domingo, 1 de marzo de 2020

Amar es crecer y envejecer juntos



José Luís Nunes Martins


 Amar no es admirar una obra maestra inmutable. Ser humano es estar condenado a cambiar cada día. Por eso, amar es comprometerse a hacer un camino a dos, con todo lo que eso implica en términos de cambios pequeños, imprevisibles y constantes.

Debemos aceptar al otro tal como es. Sin eso no hay amor. Sin embargo, es imprescindible comprender la dinámica del amor a lo largo del tiempo, toda vez que no somos seres estáticos e inmutables.

Todos nosotros, todos los días, cambiamos un poco. La atención a ese casi nada que cambia es tan importante como la conciencia de lo que e mantiene. Cuando estamos demasiado cerca, tendemos a considerar que conocemos bien al otro, cuando, muchas veces, poco a poco, él fue cambiando hasta un punto que ya no es sino parecido a lo que estamos convencidos que es.

Amar es caminar en conjunto en la vida, estableciendo un sentido en conjunto y siguiéndolo. Al mismo tiempo que nos vamos encontrando, ayudando y educando uno al otro. Sí, cada uno de nosotros es tan singular que una simple idea preconcebida es lo suficiente para destrozar el todo. Es importante indicar a quien os ama lo que somos, lo que fuimos y lo que queremos ser. Con paciencia, tanta cuanta necesitemos tener para escuchar con toda la atención cuando él estuviera dispuesto a hacer lo mismo. Amar es aprender con el otro.

No es justo pedir a alguien que nos ame tal como somos, porque eso crea y alimenta una apariencia ilusoria de estabilidad que no corresponde a la verdad.

En la vida, la mayor parte de nosotros comienza por ser amado de una forma incondicional por nuestros padres. ¡Nos miran, pero en la inmensa mayoría de las veces solo ven nuestro interior, por eso podemos tener cincuenta años y nuestros padres continúan viendo el mismo corazón! Pero es un corazón que no siempre es el mismo, que crece, aprende, sufre y ama… manteniéndose entero y auténtico, nunca igual.

Hay adultos, menos maduros, que tienden a creer que el amor es ser amados tal como fueran en cuanto hijos. Sin embargo, amar es lo opuesto a eso. Es abnegarse hasta el punto de cuidar del otro como si fuésemos padres de él.

El que quiere amar tiene que crecer y pasar de la actitud carente de niño a la posición de generosidad adulta a la que da el nombre de amor.

Algo que se desea recíproco, pero que deja de existir así que comienza la contabilizarse lo que se da y lo que se recibe.

Tal vez el amor sea la mayor de las aventuras, porque basta un instante `para que todo cambie, sin que eso altere nuestra voluntad de hacer al otro feliz.

Quien ama es capaz de algo poco natural: echarse para atrás, dando prioridad al otro.

https://agencia.ecclesia.pt/…/amar-e-crescer-e-envelhecer-…/


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