¡Hoy, 14 de marzo, cumplo años! La vida no para, la
tristeza no la ablanda ni la alegría la acelera. Todos los días envejecemos a
la misma velocidad, pero una vez por año celebramos nuestro camino. Festejamos
los años y so es bueno, pero un año es un tiempo donde cabe un infinito.
La existencia de cada uno de nosotros es una larga
historia, lena de altibajos, pero siempre en movimiento en dirección al mañana.
Como si fuésemos lanzados… a este intervalo entre nuestra llegada a este mundo
y nuestra partida.
En estos 49 años siempre crecí, incluso cuando solo
sentía que los días eran el jardín en que las angustias excavaban cavernas en
mi corazón, cuando, sin voluntad, solo sobreviví, pero también crecí cuando
dejé, muchas veces, que la alegría me sorprendiese, que la poesía de mis gestos
alegrara lo que estaba a mi alrededor y que mi voluntad de ser feliz me hiciese
sonreír, a pesar de todo.
Siempre que me abracé a la esperanza fui capaz de llegar
más lejos.
La vida es un don. Es más que justo agradecerlo. Es más
que justo pedir perdón por las muchas veces en que no hicimos lo que estaba a
nuestro alcance. Es más que justo que pidamos que nos ayuden más, porque por
más fuertes y más talento que tengamos, nada hacemos sin los otros.
La felicidad consiste en amar. En darse, cuidando de los
otros, olvidándose de sí mismo. No hay egoístas felices, aunque intenten
engañarnos con sus grandes brillos.
Un egoísta con éxito vivirá siempre solo.
Hoy es tiempo de mirar para atrás y contemplar. Ver bien
el camino recorrido, percibir cuanto anduve, los valles y montañas que superé.
Percibir los fuegos que me quemaron en las noches más frías, las luces que me
iluminaron en las tinieblas, las llamas que quemaron el mal en mí… y confiar
más, renovar mi esperanza y agradecer cada paso.
¿Cuántos no llegan a cumplir 49 años? ¿Por qué razón me
quejo yo cuando llego a viejo? Es la esperanza que abrazo para mí y aquella que
soy para los demás la que me permite ser nuevo, cada día. Porque yo soy capaz
de crear bondad en el mundo, haciendo de él un espacio y un tiempo mejor para
todos.
En este momento, hay una pandemia que ataca nuestra paz y
amenaza nuestra esperanza. Es esencial que encontremos en nosotros armas contra
el miedo, la desesperación, la angustia que nos infecta el espíritu…
No es bueno pasar el tiempo evaluando lo que se vive. En
vez de juzgar todo lo que nos rodea, aceptémoslo. Reparando en la cantidad de
cosas buenas que son posibles.
¡Unos días encerrados en casa bien pueden ser tiempo para
vivir en familia! ¿No es de eso de lo que tanta gente se queja de no
conseguirlo en toda su vida? ¡Escucha a los otros, vais a descubrir cosas
importantes que no sabes! ¡Que tu simple presencia sea un regalo en la vida de
los otros! La alegría y la paz también son contagiosas.
Alimenta tu fe y no dejes que pase un solo día sin amar
por medio de tus obras. Aunque eso te entristezca. Fija los ojos de tu corazón
en la promesa de la alegría que existe en lo más íntimo de ti.
Esta vida finita forma parte de otra sin fin. El amor de
que fuéramos capaces es el que nos lleva
hasta allí.
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