miércoles, 21 de agosto de 2019

Me falta fe y ella me hace falta


José Luís Nunes Martins





Casi todos los días siento que podía ser mejor en mi relación con Dios. Mientras tanto, prefiero, muchas veces, hablar conmigo mismo y escuchar aquello que mis egoísmos murmuran.

El mundo es como una selva llena de bellezas y amenazas. Es importante saber distinguir lo bueno de lo malo, y actuar en favor del mayor bien, con firmeza. Ahora bien, esto es muy fácil de decir y escribir, pero muy difícil de conseguir concretar en el día a día. Como si prefiriese dejarlo pasar.

Mi mañana será el resultado de lo que me ha acontecido hoy y mi relación con ello. Si no hago nada, si lo dejo pasar, entonces mi mañana será el lugar preciso a donde el hoy me lleva. Escoger no elegir s una opción… irresponsable.

Confiar en Dios no es dejarse llevar. Porque Dios confía en cada uno de nosotros hasta el punto de habernos creado libres, garantizando de esa forma que cuando nos acercamos a Él es por nuestra voluntad y no por mera casualidad. Este mundo tiende a apartarnos de Dios, como si estuviese inclinado de forma ligera y quien nada hace acaba por apartarse.

Pero yo ando cansado y preocupado con tantos cosas que son pocas las fuerzas y el tiempo que me queda para dedicarlo a lo que puede ser pospuesto… trato mis  urgencias y lo importante queda siempre para mañana. ¡Lo peor es que yo creo justamente que mañana conseguiré poner todo al día, todo! ¡El mañana es siempre el día en que todo se resolverá! Esta idea me descansa, pero no me compromete, porque mañana también podré posponer…

Siento una carencia profunda de paz. O una falta de paz profunda. Me siento lejos de casa, se cual es el camino, pero algo en mi parece que no me deja ir… Pongo disculpas y retraso.

A veces, harto de ser así, tengo un  gesto valiente y doy los primeros pasos. Es bueno, tan bueno que, de forma incomprensible, decido parar y disfrutar. No ando a penas un poco tiempo y vuelvo a lo mismo, siendo que me tranquiliza la idea de que yo consigo, si quisiera y cuando quisiera. Ahora b8ien, eso no es verdad. Yo solo soy capaz de dar unos pasos, pero no ir sin volver atrás.

¿Cómo puedo creer en lo que no veo? ¿Cómo puedo tener certeza de lo que espero? Con fe y humildad. La confianza que nace de la fe es más fuerte que la propia fuerza. Es la fuerza de la vida. La verdad de nuestra condición humana es que no somos señores del mundo, ni siquiera de nosotros mismos. La realidad parece pasar muy bien sin nosotros, por lo que la idea de que somos el centro del mundo es una  completa idiotez..

La fe exige que trabajemos en la creación y construcción de caminos para el cielo. Para nosotros mismos y para los demás. Tenemos necesidad de vivir de acuerdo con lo que creemos, so pena de perder nuestra identidad… y nuestra felicidad.

¿Qué quiere Dios de mí? Que sea feliz. ¿Y yo, qué quiero de mí? Ser feliz. Entonces por qué paso el tiempo esperando que eso me suceda sin que yo tenga que hacer cosa alguna?

Mi vida debe ser mi templo. El lugar donde me dedico a aquello en lo que creo. Donde me empeño en cumplir lo que Dios me pide y que no es más que aquello de bueno que yo también quiero.

Mi corazón debe ser una capilla sin paredes ni techo. Donde el viento, el sol y la lluvia de cada uno de los días tiene siempre lugar, donde también hay espacio para la necesidad y la aflicción, así como para en contento y la abundancia.

Este corazón se eleva y se encuentra con otros corazones que también buscan el cielo.

¿Y qué es la oración sino una forma de confiar en el amor, de reconocer la verdad de lo que somos y de querer compartir las tristezas y las alegrías?

Tal vez yo no tenga a Dios en mi corazón, porque sea yo quien viva en el corazón de Dios.

Siento necesidad de entregarme a Dios con la confianza de quien duerme.

  
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