sábado, 10 de agosto de 2019

La indiferencia frente a lo maravilloso



José Luís Nunes Martins



Ya no nos maravillamos cuando estamos frente a  algo maravilloso

Una música calma y envolvente, un paisaje imponente y quieto, un poema profundo y simple, el silencio iluminado de una minuto de paz y descanso… ya poco permitimos que nos toque.

Lo sublime es luz, lo que, en este mundo de apariencia gris, hace que haya quien lo considere inquietante, porque huye por completo de la moda. Llegando incluso a existir personas que lo toman por falso, porque rehúsan  pensar que su vida y entendimiento son, al final, estrechos y que, en virtud de eso, debían abrirse a fin de abarcar todo lo que nos sobrepasa.

Hoy también se piensa que cada uno de nosotros es y debe ser el centro del mundo. Pero, no lo somos, ni, aunque lo fuésemos, sería bueno asumirlo como principio de vida. Ante este cuadro, todo lo que es grandioso amenaza los prejuicios que centran el sentido de la vida en el yo.

La indiferencia parce ser la respuesta que damos a todo lo que nos sobrepasa. Una defensa que garantiza que no tenemos que asumir nuestra pequeñez, pero que nos impide elevarnos y engrandecernos, porque, al final, somos dignos de compartir la existencia con lo que es superior a nosotros, así sabremos ser humildes.

Tenemos miedo del misterio y, por eso, nos defendemos con frialdad frente a todo lo que no controlamos, incluso porque muchas veces nos invita a  entregarnos. Y tenemos miedo. Sin tener conciencia de que el miedo es el mayor enemigo de la libertad y lo más contrario que hay a  la felicidad

Lo sublime es siempre grande, en las cosas pequeñas como en las grandes. Y se siente como verdad, incluso cuando no se consigue comprender.

En la alegría y el sufrimiento, el amor más auténtico se manifiesta en los gestos y pormenores más simples.

Lo sublime está, incontables veces, justo en frente de nosotros.

¿Cómo es posible que Dios pueda estar delante de mis ojos y yo no lo vea?




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