martes, 1 de noviembre de 2016

ORIENTAR HACIA JESÚS


 Pablo Garrido Sánchez

En las últimas décadas, los documentos oficiales de la Iglesia insisten en la urgencia evangelizadora con documentos tan importantes como “Evangelii nuntiandi” de Pablo VI, “Redemptoris missio” de Juan Pablo II o “Evangelii gaudium” del papa Francisco, sin perder de vista el conjunto de los documentos del Concilio Vaticano II. El olvido es un grave problema y hace que parezcan  lejanos aquellos años de inicios de los sesenta, en los que  se produjo para la Iglesia y para el mundo un acontecimiento de la magnitud de este concilio. Se puso de relieve que la Iglesia tenía  que abrirse al mundo para anunciar de forma nueva a JESUCRISTO, de ahí el carácter pastoral del concilio; y cada uno de los  documentos indica los sectores prioritarios a los que se ha de dirigir la tarea evangelizadora. Aunque cualquier documento oficial de la Iglesia parece que habla de forma general, no podemos pasar por alto la aplicación personal.

Con esta  mirada la evangelización debe tener en cuenta que JESÚS de Nazaret, muerto y resucitado, es el SALVADOR de todos los pueblos; manteniendo una mirada positiva sobre el hombre y las realizaciones sociales. La comunidad eclesial en la que estamos incluidos celebra la presencia de JESÚS resucitado en una liturgia asociada a la liturgia de los bienaventurados en los cielos; la palabra que un día se hizo carne (Cf. Jn 1,14)  tiene que seguir alimentando al mundo a través de nuestro anuncio: es necesario integrar y crear lazos de unidad entre todos los hombres de otras religiones y de forma especial con otros cristianos no católicos y  con los hermanos de religión judía. El concilio se preocupó de señalar la importancia de los medios de comunicación y de los sistemas de enseñanza para favorecer el anuncio evangelizador. En general, cualquier ámbito de la actuación humana es objetivo a tener en cuenta en la acción evangelizadora.

Debemos actuar guiados por el discernimiento como nos insiste el papa Francisco; y para ello necesitamos criterios que ofrezcan fiabilidad manteniendo como  principio fundamental  la misericordia divina: “No he venido  a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Lc 19,10 ). Las anteriores pinceladas generales referidas a los contenidos de los documentos del Concilio Vaticano II las debemos tener en cuenta y comprobar si nuestras actitudes van acordes con estas grandes líneas de actuación. No sólo el miedo o los respetos humanos bloquean la iniciativa evangelizadora, sino también los prejuicios sobre los demás que son diferentes, pero hijos de DIOS como nosotros. Es cierto que algunos prejuicios están asentados con el ánimo de velar por la ortodoxia de la fe o de la doctrina. ¿Hemos asumido el ecumenismo propuesto por el Concilio Vaticano II como actitud personal?, o ¿tenemos reparos a la hora de compartir experiencias de fe con otros hermanos cristianos? Evangelizar no es hacer proselitismo: ¿tenemos reticencias a la hora de acercarnos a personas de otros credos o de posturas ateas?

Vamos a ver cómo resolvemos  algunas cuestiones problemáticas, que ponen de relieve nuestras consideraciones previas.

El caso puede ser este: Un sacerdote católico es eliminado por el régimen nazi, en Alemania, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, por impartir catequesis; y un pastor luterano corre la misma suerte por el mismo motivo. Los dos mueren por constituirse en testigos de JESUCRISTO; ¿cuál de los dos es más santo? Bien sabemos que en nuestra Iglesia elevaremos a los alteres al primero y olvidaremos al segundo, pero ante el SEÑOR, ¿quién es más santo?

Otro caso real, este con nombres y apellidos. Edith Stein, monja carmelita de origen judío, filósofa, que encuentra en los escritos de santa Teresa de Ávila lo que andaba buscando y es conducida a las cámaras de gas en el extermino de los judíos por parte del nazismo. Hoy Edith Stein está felizmente canonizada.  En paralelo, Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán, luterano, encabezó un movimiento de resistencia al nazismo y finalmente fue ahorcado en el campo de concentración de Flossenbürg, Alemania. El doctor del campo, testigo de la ejecución, anotó “se arrodillo a orar antes de subir los escalones del cadalso, valiente y sereno. En los cincuenta años que he trabajado como doctor nunca vi morir un hombre tan entregado a la voluntad de DIOS”. Este último, por supuesto, no está canonizado en nuestra Iglesia Católica; pero,¿ se le podría considerar santo, o un gran santo?

Conviene revisar las censuras que albergamos en nuestro interior, pues debemos mantener la propia identidad pero al mismo tiempo establecer lazos verdaderamente fraternos. No olvidemos que la evangelización es un proceso de ósmosis  que opera en la relación personal, es decir, se evangeliza  persona  a persona (Cf Lc 19,5). El proceso físico de la ósmosis no deja de ser una metáfora, pero veamos en qué consiste: dos substancias de distinta concentración separadas por una  barrera permeable llegan a adquirir el mismo nivel de concentración. Somos permeables cuando las barreras personales desaparecen, y entonces trasladamos algo de lo que tenemos a los demás. Si somos “teóforos” o cristóforos”, esto es “portadores de CRISTO” contagiaremos su presencia.

Para terminar y ser más operativos, una recomendación. En la Evangelii Gaudium” nos ofrece el papa Francisco una oración que puede resultar un factor de anuncio evangélico muy potente, que transcribo a continuación:
“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con JESUCRISTO o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por ÉL, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el SEÑOR. Al que arriesga, el SEÑOR no lo defrauda, y, cuando alguien da un pequeño paso hacia JESÚS, descubre que ÉL ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Este es el momento para decirle a JESUCRISTO: “SEÑOR, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, SEÑOR, acéptame una vez más entre tus brazos redentores”.

Después de hablar con una persona le podemos ofrecer este texto, que previamente hemos fotocopiado e incluso plastificado, indicando a que lo lea con detenimiento en silencio y a solas. Este es un pequeño tesoro o gran tesoro que nos deja el papa Francisco en la exhortación “Evangelii gaudium” y se puede quedar olvidado. La evangelización se realiza persona a persona.





No hay comentarios:

Publicar un comentario