lunes, 24 de octubre de 2016

LA SAL DE LA TIERRA

Pablo Garrido Sánchez

Una y otra vez hay que volver a las fuentes. Esto es lo que se dice cuando es preciso revisar una institución, un grupo humano o la propia persona en particular. Cada época, corriente  social o movimiento ha de reinterpretarse a sí mismo para  encontrar su identidad. Quien se reconoce puede tener objetivos y luchar por ellos; el que encuentra difuminada su identidad entra en una parálisis progresiva. Resulta más cómodo intentar la búsqueda de razones para la acción comprometida fuera de uno mismo, pero este camino es corto y decepcionante. JESÚS en el Evangelio nos ofrece algunas máximas que se aproximan a nuestra identidad. JESÚS nos dice que “somos la luz de mundo y la sal de la tierra” (Cf. Mt 5,13); también nos ofrece ser sus amigos (Cf. Jn 15,14 ); pero sin dejar de cubrir el camino del siervo (Cf. Lc 17,1) como ÉL mismo lo hizo. Desde otra perspectiva, estamos llamados a ser discípulos aprendiendo de ÉL como Maestro (Cf Lc 9,52-62) por medio de su palabra y ejemplo (Cf Jn 15, 3). Y sobre todo nuestra identidad adquiere todo su contenido por la condición de hijos de DIOS, al que podemos dirigirnos  como PADRE  (Cf. Jn 20 ,17 ; Mt 6,8 ).

Nuestra condición humana requiere una renovación incesante. Sabemos que la vida no es una línea continua ni un camino sin obstáculos. La Escritura, y de modo especial el Nuevo Testamento, está acreditada como una fuente permanente de renovación personal. Pero esta palabra revelada hay que digerirla . El proceso requiere conocimiento y acción. La propia identidad, el conocimiento y la acción se retroalimentan, es decir, se sostienen y dinamizan mutuamente. La acción puede  tener éxito o fracasar, pero eso es lo menos importante, lo que se debe producir es la asimilación equilibrada por parte de la persona tanto del éxito como del fracaso. Vamos por  un camino de Fe y libertad, y estamos llamados a ser “la sal de la tierra”.

¿El mundo necesita a los cristianos? Podemos responder de forma retórica con otra pregunta: ¿Necesita el mundo renovarse en el Amor de DIOS?  La sal viene bien cuando no es excesiva ni escasa o ha perdido el sabor, por lo tanto el propio texto nos indica que nuestra presencia es necesaria, pero nunca dominante; sencilla y sincera y nunca coactiva. Buscando otra imagen traída  del libro de los Reyes, nuestra presencia  en el mundo debe ser una brisa reconfortante para los demás, y nunca una gran tormenta (Cf.  1Re 19,12-13).



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