En los últimos días me acosan diferentes preocupaciones, y me producen inquietud, de día y de noche. Pero sólo de dos de ellas quiero dar cuenta ahora, y dejar constancia por escrito, para que se vea lo malo de esta sociedad, y, si fuera posible, cada cual aporte el remedio que esté en su mano.
Una es el desprecio y la marginación más absoluta que sufren las personas que padecen de locura, que sufren de enajenación mental, y andan por la calle, solos sin nadie que les tienda la mano y los ponga a salvo de lo peligros que corren ellos mismos, y de las miradas, incluso del desprecio de los más insolidarios con los más débiles. Ahora le toca el turno a A. Todos los días viene, has!ta tres veces a lo largo de la mañana para tomarse un cafe, y pedirnos algo que es incapaz de expresar, con lo cual no podemos ayudarle, pero es más, incluso se altera si lo escuchamos Durante un rato y no somos capaces de seguir su discurso y dar solución a su problema indescifrable. Se vuelve agresivo, pero estoy seguro que es contra si mismo, porque no es capaz de hacerse entender, a pesar de sus esfuerzos, de su insistencia en que lo comprendamos, ayer, hoy y mañana.
Ya no le permitimos entrar en la oficina, le servimos el café en la puerta, tenemos que estar todos los voluntarios y el trabajador alerta, para que no agreda a ninguno cuando lo atiende o escucha, que eso si lo hacemos todavía, lo mismo que a otro pobre, extranjero, que no se lava desde hace meses y huele a distancia, y aunque le digamos que se duche no hace caso, solo quiere comentar con nosotros las últimas noticias, este si las sabe todas y las comparte, pero con ese olor, nadie quiere darle conversación, y se va, a recorrer el pueblo hasta el dia siguiente. Más de una vez hemos tenido que decirle a las personas que van a Cáritas en busca de ayuda, que no le falten, que no se quejen tanto del olor, que en Cáritas tenemos que atender a todos.
Lo que ocurre en estos casos es que la ayuda que podemos ofrecer es poca, que se necesita la intervención de la autoridad competente, o de un servicio especial, que actúe eficazmente, en beneficio de todos y por su seguridad. Pero, cada vez los servicios públicos son peores, parece que no consideran al que deben atender una persona, un ser humano, sino un simple número, un ser de segunda o tercera, que no merece tanto como cualquier ciudadano que por suerte sí tiene trabajo y puede contribuir con el Estado en bien de todos.
El otro asunto también tiene mucha miga, parece simple, y hasta inocente y bueno, pretende ser una medida de protección a la infancia, pero a mí me parece una medida más hacia el control absoluto, despótico, del Estado sobre sus ciudadanos. O también, y esto sí que parece ya insoportable, extender la sospecha sobre todos los ciudadanos como posibles delincuentes. Se critica a la Iglesia, a los curas, porque amenazan con el infierno, porque nos consideran a todos los seres humanos pecadores... Pues parece que el Nuevo Estado, nacido en la Nueva Era pretende jugar a un dios justiciero, o caprichoso, como hacian los dioses del Olimpo con los heroes y los humanos...
Todo esto que he dicho viene a cuento de la última medida que ha tomado el Estado, según la cual todos los trabajadores o voluntarios que tengan trato con menores deben autorizar al que corresponda el acceso al expediente personal, libre de delitos contra menores. En principio suena bien, pero entre los voluntarios de caritas que conozco ha causado un revuelo, muchos nos sentimos ofendidos, indignados, porque para hacer el bien ahora tenemos que demostrar que estamos limpios, que no tenemos antecedentes. Además, se aprovecha y se meten en el mismo saco a todos, buenos y malos. !Ya no podemos fiarnos unos de otros, cuánto hemos cambiado! Todos somos sospechosos. Pero así no hay sociedad, con la desconfianza por delante. Incluso hacer el bien se vuelve más costoso, se le ponen más trabas de las que ya de por si le ponemos por nuestra cuenta, por lo que tiene de exigencia, de disciplina, de preparación personal, o porque no siempre vemos los resultados o es bien recibido por la otra parte.
Al final firmaremos la mayoría, y quien sabe si algún día nos llevamos una sorpresa, alguien que sospecha y te denuncia, alguien que quiere hacer daño a una institución y levanta sospechas infundadas. O el mismo Estado utiliza la información caprichosamente, como un estado autoritario, imponiendo sus criterios, vigilando a cada ciudadano y atemorizando. !Que raro es todo! !ya nada es lo que parece! Nos falta la referencia fundamental, Dios. El Dios que habla a la conciencia, en la mayor intimidad de uno mismo, le hace sentirse pequeño y protegido, y le impulsa a respetar a los demás, hermanos e hijos del mismo Padre, sea por devoción, sea por convicción, incluso sea por temor, santo temor de Dios, !Venga a nosotros tu reino!