miércoles, 27 de enero de 2016

Hay leyes que irritan…


Hay leyes que irritan y desesperan, incluso pueden llevar a querer eliminar a quien es la primera causa del atropello judicial que se padece.

La llamada violencia de género, está muy mal llamada de este modo, pues establece una desigualdad entre los géneros que anteriormente no existía, ni ante la ley ni ante Dios, estaban unidos en la categoría superior de ‘ser humano’, y, si me dejan, me atrevo a decir que primero son igualmente hijos de Dios los dos, el cual no nos juzga según el sexo ni el género.

Está concebida en cambio, como una estratagema  para provocar más violencia,  socavando los cimientos que la ‘vieja’ sociedad tiene en la familia tradicional;  rompiendo con el ‘anticuado’ concepto de hombre para adaptarlo a una realidad nueva, adornada con adjetivos como progresista, ecológica. Pero no logra crear nada, porque no es real sino convencional, mera ideología.

Los resultados de dichas leyes son nefastos, pues la ´’violencia de género’ se ha vuelto cotidiana, cada día las noticias abren con un nuevo caso de ‘violencia doméstica o de género’, con casos cada vez más truculentos. También provoca un choque de mentalidades irreconciliable, no se puede dialogar con quien trata de  imponer su criterio a los demás, incluso utiliza la escuela para transmitir su ideología, dando por válidos conceptos no probados y que un  niño no pueda llegar a comprender ni valorar.

Nadie pone remedio a tanto despropósito, es más, cada día el ciudadano responsable y moderado se siente más desprotegido por la administración, por la justicia;  la desconfianza hacia los representantes políticos aumenta cada día. Una política ‘valiente’, en campaña electoral,  se atrevió a criticar, e incluso prometió ajustar el término a la falta, sin distinción de sexo, pero ante las críticas de las izquierdas y los progres, que ya están en todos los partidos políticos, no fue capaz de mantener su promesa.

Y así seguimos, igual, o sea, sin esperanza de cambio. Los cambios que nos prometen y el progreso que se nos quiere vender, es falso, como es falsa cada vez más la sociedad que estamos creando, unos activamente e interesadamente, y otros permitiendo que lo hagan, por comodidad e ignorancia.

Estamos demasiado entretenidos con las nuevas tecnologías, las cuales simplifican su manejo para que puedan ser manipuladas por todos, incluidos los más torpes o perezosos; con solo apretar un botón cualquiera  puede obtener varias opciones o servicios; esto puede llevar a muchos a creer que la vida es demasiado fácil, que cuanto menos piense, más tiempo tiene para ‘disfrutar’ de todos esos  productos que aparecen en las múltiples pantallas, en cualquier momento del día y de la noche.
Para muchos ya no existen espacio ni tiempo vacíos para llenarlos por sí mismo, disfrutando se su intimidad, con absoluta originalidad, discretamente, lejos de los focos y las cámaras, de la mirada ajena acechante y dispuesta a opinar de todo lo que ve, de lo que entiende y de lo que no sabe.

Algunos se han empeñado en dar nuevo nombre a la creación y a las relaciones humanas, como nuevos ‘adanes’, pero sin el visto bueno del Altísimo, más aún, en rebeldía total, prometiendo el cielo en la tierra. Dios nos quita los placeres, nos dicen, y que solo ellos nos los pueden devolver, si somos capaces de renunciar a nosotros mismos y asumimos sus postulados y creencias.

Empezaron en las escuelas, para que nos acostumbráramos desde niños a llamar al recreo por ejemplo con un nombre tan estúpido y pedante como ‘segmento lúdico’. No digamos las notas, a partir de ahora no hay un ‘niño tonto’ (dicho con el mayor  cariño y aprecio por las criaturas humanas): ‘progresa adecuadamente’, ‘adaptación curricular’, por mencionar algunos cambios, que en demasiados casos no  consiguen los objetivos programados, pero sí sirven para menospreciar a los que por naturaleza son más inteligentes y destacan del resto.

El fanatismo ideológico llegó hasta el extremo de imponer un ‘falso concepto de igualdad’… ¡¡¡ en aplicación del principio marxista del ‘odio de clases’ a las aulas donde se forman los niños de todos!!!..., para que de mayores  no sean ambiciosos, ni se les ocurra ser ricos, y en nada diferentes unos de otros… ¡¡¡Menudo uniforme!!! Este no es el austero ‘uniforme mao’, o el mono obrero, que igualan el aspecto exterior de los ciudadanos, es una mentalidad uniforme, sin criterio propio, sin libertad para ser bueno o malo, para pensar de una manera u otra…

La verdad es que la realidad es tozuda y cuesta admitir ciertas denominaciones nuevas de las cosas así como de las relaciones humanas y sociales. Aquí es donde más eufemismos y neologismos se han implantado, y a muchos su dominio les ha abierto las puertas de empleos y puestos de relevancia social, haciendo de altavoces, que a veces, incluso sin pretenderlo, contribuyen de una manera sutil y convincente a la difusión universal del falso progresismo-relativista, alcanzando a todos los niveles sociales y a todo el mundo.  
  

Por eso estamos ya tan cansados, tan hartos, no entendemos nada de nada, ni de política, ni de sociedad, ni de educación, no digamos ya de religión. En cambio, sólo se puede amar lo que se conoce y se conoce bien. ¡¡¡Cómo vamos a amarnos y respetarnos en una sociedad que ha consentido la demolición de sus cimientos históricos, culturales y religiosos!!!

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