domingo, 24 de enero de 2016

Sembrar en la tierra y en el cielo



                                                           Ilustração de Carlos Ribeiro (Inspirart)


Sólo somos una ínfima parte de todo. Recogemos lo que no sembramos y debemos sembrar lo que no recogeremos. La vida es así. Inmensa, pero intensa.

El que se cree el centro y señor de todo no pasa de ser un tonto sin noción de lo que es la existencia. No es mío lo que me llega de forma gratuita, porque sólo es mío lo que yo fuera capaz de dar. Las riquezas que damos son las únicas que tendremos para siempre.

Este tiempo nuestro es breve. Muy breve. Es importante e inteligente que se haga lo que se tiene que hacer, sin mucha demora. Si hay que hacerlo, entonces que se haga luego. Al final, no nos demoraremos aquí por mucho tiempo.

Compartimos el mundo unos con otros. La mayor parte de las bellezas son fugaces. La única belleza que importa es la de hacer bien las cosas, sin llamar la atención; no se puede esconder, pero  hace el trabajo debido de manera sencilla, determinada, a veces con muchas dudas e inseguridad, pero… lo hace. Sin otro beneficio sino el saber que hizo lo que debía.

¿Si no sabemos quien plantó lo que recogemos, qué diferencia habrá en que desconoceremos quien recogerá lo que podamos sembrar?

No le va a preocupar a Quien esparció las estrellas si alguien sacará o no provecho de tan sublime belleza…

Debemos sembrar sin preocupación alguna respecto de quien recogerá los frutos de nuestra bondad.

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