Daniel Medina Sierra
En la era digital, la era tecnológica, un tiempo en el que puedes comunicarte con cualquier persona del mundo al instante, donde mandamos artefactos más allá de nuestro sistema solar, un tiempo que se supondría que sería la era de oro de nuestra civilización, estamos abocados al desastre mundial.
En la era digital, la era tecnológica, un tiempo en el que puedes comunicarte con cualquier persona del mundo al instante, donde mandamos artefactos más allá de nuestro sistema solar, un tiempo que se supondría que sería la era de oro de nuestra civilización, estamos abocados al desastre mundial.
No creen en nada, en
nadie, ni siquiera en ellos mismos, una súper exposición de la vida íntima y
personal ante casi toda la sociedad global, esperando tal vez algún reconocimiento, o,
quizá es que se sienten vacíos, o no
saben exactamente lo que dicen y hacen por la red.
Hemos conseguido alterar
el equilibrio natural de la vida. Somos seres sociables, pero hay quien jamás se preocupará más que de
su propio ego, somos empáticos con todos los seres de este mundo, pero hay
quien se empeña en dañar a otros por acción o por omisión; somos sumamente
generosos, pero hay quien prefiere amasar, robar todo lo que pueda, hasta el
final de su pobre existencia.
Frente a un enjambre de zombis
solitarios, frente a muñecos de paja gobernando en el mundo, frente a rocas
financieras que no se inmutan ante los desastres que el planeta sufre, no se
puede hace prácticamente nada, casi nada.
El trabajo empieza y
termina por uno mismo, y eso requiere que cada uno se responsabilice de sus propios
actos y los asuma, sino que también conlleva el ser consciente de la necesidad
de sumar esfuerzos de todos para sostener y mejorar todo lo que nos rodea,
incluidos nuestros semejantes.
Tengo mucho que aprender y
vivir, tengo mucho que ofrecer aún, pero tengo muy claro que no quiero una vida
digital, solitaria, individualista, corta de miras e incapaz de vivir una vida
real; incapaz de abrir el corazón para que sufra y para que renazca cada día.
Quiero vivir libre de ataduras digitales, de personas sin chispa que sólo busca
robarte lo que jamás podrán poseer. Quiero vivir sin falsos aduladores que
lejos de sentirse orgullosos sienten envidia por que nunca serán como yo.
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