Después de una
temporada más o menos tranquila, y de ajustes tras el cambio de trabajador
social al frente del proyecto en San Fernando, una mañana de sorpresas:
Primero la que nos
proporciona una persona especial, que a penas viene por la oficina, por no
molestar o por vergüenza de que lo veamos como él mismo no quiere verse. Para
verlo tengo que ir a buscarlo adonde él suele pedir para luego, además de
comer, beber algo para olvidar y así poder dormir. Hoy por fin lo encuentro y
me dice que ha tomado la firme decisión de volver a un centro de
desintoxicación, ya está en la lista de espera, el número nueve tiene, así que
pronto lo llamarán.
Además estuvimos comentando
cosas de su aspecto comparado con el que traía hace unos pocos meses, recién abandonado
el centro donde había pasado seis meses… tan excelente que algunos ni lo
reconocían… y lloraba, cada poco se echaba a llorar, cada vez que mencionábamos
a su hermano y otro “amigo” que abusan de él, de su buen carácter y que no es
capaz de decir no. Y me sorprendió más por una confesión que me hizo, en voz
baja, como un enamorado. Entonces yo le dije que por amor habían existido
muchos caballeros y tenían un motivo para mejorar sus vidas… Le gustó escuchar
esta comparación.
Un poco más tarde, la mala noticia,
no por esperada menos inquietante, era la citación en el juzgado de otro buen
amigo nuestro, para informarle de las consecuencias de la deuda hipotecaria que
pesa sobre su vivienda, o dicho de otro modo, ha visto aparecer con mayor nitidez el fantasma del desahucio. Por eso
llegaba hoy sin aliento y con la cara desencajada. “A mí no me echan, antes…”
Bueno, es la reacción justa de alguien que no encuentra el modo de satisfacer
deuda ninguna porque lleva años buscando trabajo. Pero, ha sido capaz de
aguantar, determinado a ir dando los pasos que sean necesarios para impedir que
se materialice el maldito desahucio. Bien hecho.
Y la última sorpresa,
más agradable, pues después de meses y de haber pasado por una larga hospitalización,
en su silla de ruedas, reaparece el que en otros tiempos acudía día tras día y
nos entretenía con su charla y su voz cálida y amable. Se le nota la huella de
la enfermedad, pero en absoluto ha hecho mella alguna en su carácter, ni en el ánimo y
la capacidad de gestionar su vida de la manera más autónoma que le es posible. Tampoco
ha hecho mella en su fe, no tardó en contarme
su última experiencia hospitalaria, él siempre ve una oscuridad, y luego todo
es luz, envolvente, cálida, como su voz, seductora, limpia… Que te recuperes
pronto.