domingo, 6 de julio de 2014

El misterio de crecer



                                                          Ilustração de Carlos Ribeiro


Cada hombre es un misterio que se va descubriendo a lo largo de toda su existencia. Todos estamos llamados a crecer, del primero al último día. Soltar las antiguas seguridades y partir en busca de nuevas y más fuertes esperanzas…. pero que nunca son las definitivas. Ser hombre es crecer siempre.

Todos somos niños y jamás se pierde el deber de serlo. Nos cumple no dejar de querer saber y preguntar, de mirar y ver, de soñar y hacer, de responder, de ayudar, de intentar siempre, ¡aún cuando creemos no sea posible!

Un niño llena cualquier casa y cualquier corazón. Los niños son amor hecho carne y hueso. Vida rebosante, inmensa voluntad de vivir. Encuentran universos enteros en una hoja caída, sonrisas en los rostros humanos más tristes. A los ojos de un niño lo infinito está… en cada cosa.

Más que admirarlos por lo que son, merecen el respeto por aquello que están construyendo en sí, por lo que serán. Por el mundo que será el suyo, pero tal vez ya no el nuestro.

Con el tiempo se aprende que no es bueno incomodar a los adultos con preguntas, menos aún con buenas respuestas, como si el mundo de los mayores fuese un imperio de piedras impenetrable; como si no fuese mejor compartir; como si fuese posible ser feliz solo…

Debemos ser auténticos, a fin de enseñar a los herederos del mundo la grandeza de un hombre que asume las propias imperfecciones. En vez de críticos e implacables evaluadores, los niños necesitan modelos, de carne y hueso, con talentos y faltas. La esencia de la educación y el ejemplo. Es nuestra vida la que enseña. No son las palabras y los sueños.

Mentir a un niño es enseñarlo a mentir. Perdonar es enseñarlo a amar. Pero es bueno que sepamos que, en muchas materias, deberíamos ser nosotros los que siguiéramos su ejemplo… la mayor parte de ellas puede enseñarnos a ser felices. Sin grandes dificultades. Al final, en el mundo, lo más importante es que podamos contar unos con otros… y, quien sabe, entrar en el cielo juntos (¡nadie dice  que no se puede esperar a la puerta!)

La vida está hecha de elecciones. No todo está a nuestro alcance. Un sí es, en sí mismo, muchos nos. Cada decisión concreta implica la renuncia de todas las posibilidades que había. Pero decidir  no es negar, es decir sí a un camino y comenzar a recorrerlo. Dejando el lugar donde se estaba y siguiendo adelante. Teniendo siempre presente lo que se va a ganar y no lo que se perdió. Es bueno pensar como los niños, lejos de prejuicios, del pasado y del futuro. Vivir el presente que la vida es.

Amar es escuchar. Es estar atento al otro, ser honesto y paciente, permitirle que sea quien quiere ser, y que crezca, que crezca siempre, todos los días… pues nadie debe ser hoy lo que fue ayer.

Los niños no nos pertenecen. Ser humano es ser libre. Siempre. Lo mismo cuando todos los sueños parecen imposibles. Lo mismo cuando todos parecen querer decidir por nosotros. Lo mismo cuando nos creemos condenados.

Sólo conocemos a quien nos conoce. ¿Cuántas veces la mejor forma de conocer a alguien es contarle un secreto nuestro y observar lo que esa persona hace con él?

Importa dar a los otros el amor de escucharlos. El niño ama a quien es capaz de compartir con él. De darle lo que es, poniendo cuidado en no exigir nada a cambio. Nuestros mejores amigos son siempre los niños.

Parece que cuanto más tiempo pasa por nuestra vida, menos sabemos mirar el mundo…


¡Por más que cueste, sierre es tiempo de volver a ser niño!

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