“Todos fueron colmados
por el Espíritu Santo”.
… es un
evento que se ha renovado y todavía se renueva. Cristo glorificado a la derecha
del Padre sigue realizando su promesa, enviando en la Iglesia el Espíritu
Vivificante.
El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el camino
justo, a través las situaciones de la vida.
En los primeros tiempos de la Iglesia, el Cristianismo era llamado “el
camino” y Jesús mismo es la vía.
…nos recuerda todo lo que Jesús ha dicho. Es
la memoria viviente de la Iglesia.
Este recordar en el
Espíritu y gracias al Espíritu, es un
aspecto esencial de la presencia de Cristo en nosotros y en la Iglesia.
Todos nosotros hemos
tenido esta experiencia, un momento, en
que nos viene otra [inspiración], y se relaciona con una frase de la
Escritura.
Esto nos pide una respuesta: cuanto más generosa es nuestra respuesta, más
las palabras de Jesús se vuelven en nosotros vida, actitudes, gestos,
testimonio.
Un cristiano sin memoria no es un verdadero
cristiano: es un hombre o una
mujer prisionera del momento, que no sabe hacer tesoro de su historia, no sabe
leerla y vivirla como historia de salvación.
… con la ayuda del Espíritu Santo, podemos
interpretar la inspiración interior y los hechos de la vida a la luz de las
palabras de Jesús. Y así
crece en nosotros la sapiencia de la memoria, la sapiencia del corazón, que es
un don del Espíritu.
En ese día con los
apóstoles estaba la mujer de la memoria,
aquella que en el inicio meditaba todas estas cosas en su corazón. Era María nuestra madre, que Ella nos ayuda
en este camino de la memoria.
Y el Espíritu Santo nos hace hablar, con Dios y con los
hombres. No hay cristianos mudos.
Nos hace hablar con Dios en la oración. La oración es un don que recibimos
gratuitamente; es diálogo con Él en el Espíritu Santo, que reza en nosotros y
nos permite de dirigirnos a Dios llamándolo Padre, Abbá.
Nos hace hablar en el acto de fe. Nadie de nosotros puede decir: 'Jesús es el
Señor', lo hemos escuchado hoy, sin el Espíritu Santo.”
Y el Espíritu nos hace hablar con los hombres en diálogo fraterno, con
amistad, con ternura, con mansedumbre.
Además nos hace hablar también a los hombres en la
profecía, siempre con mansedumbre e intención constructiva.
El día de Pentecostés,
cuando los discípulos “fueron colmados por el Espíritu Santo” fue el bautismo
de la Iglesia, que nació 'en salida', para anunciar a todos la Buena Noticia.
Jesús había sido
perentorio con los apóstoles: no tenían
que alejarse de Jerusalén antes de haber recibido desde lo alto la fuerza del
Espíritu Santo. Sin Él no hay misión, no hay evangelización. Por esto con
toda la Iglesia, con nuestra Madre Iglesia católica invocamos, ¡Ven Espíritu
Creador!
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