domingo, 27 de abril de 2014

El deber de la libertad




Ilustração de Carlos Ribeiro

La libertad es un deber. No se trata de tener opciones para escoger, sino tan solo de asumir una, y, obedeciéndose a sí mismo, seguirla hasta el fin. Ser libre no es una cuestión de poder… es mucho más que eso. Es el derecho a seguir recto.

Ser libre obliga a ser auténtico, desigual. Imagínese un proyecto que se puede y debe ir alterando, pero que se va cumpliendo… somos una obra en construcción permanente, rumbo a una identidad tanto más única cuanto auténtica.

El hombre libre se lanza en el presente, se proyecta al futuro, no espera de forma pasiva las circunstancias propicias, las procura, y, si no las hay, las sueña y las construye. Sin grandes inquietudes y ansiedades… Siempre hay muchas más posibilidades de las que aparecen a primera vista. ¡Es esencial comprender que así como el pasado esta cerrado, el futuro está abierto! Todo puede ser diferente, hoy mismo.

Todo cuanto se hace, queda hecho. La dinámica del tiempo nos lleva a tener que, a cada momento, decidir y seguir adelante, sin que nunca más sea posible volver allí, a aquel instante concreto. Ser libre es querer seguir adelante.

Ser libre es establecer las propias leyes. La libertad es un compromiso. Cuando escogemos, nos escogemos, ante nosotros mismos, ante los otros y ante el mundo. No basta ser independiente para ser libre. Quien no se compromete, no sueña y no hace un camino,  no es libre… pasa la vida encontrando culpables y declarándose inocente.

Ser responsable no es un estado pasajero, sino una actitud interior que se juega en el espacio y en el tiempo. Es lo que permite una vida sana, en comunidad, en que cada uno asume, de forma libre, las faltas de todos los demás.

La libertad es respeto. Sólo quien reconoce el valor del otro es digno de reconocer el suyo. El otro es y será siempre un ser libre. Puedo permitirme ayudarle, mas no sustituirlo en la responsabilidad de escoger se a sí mismo. Puedo ayudar, pero no crear. Amar a alguien es aceptarlo, tal como es, sin contar con supuestas evoluciones previsibles… nadie deja de evolucionar, es cierto, pero siempre y sólo a partir de dentro.

La libertad es una lucidez. Una luz que permite reconocer el valor absoluto de cada vida. No se vive de ilusiones. No se vive de mentiras. No se vive de deseos. Es en la verdad de la realidad concreta donde se construye nuestra existencia. A pesar de las condiciones impuestas por la naturaleza y por la sociedad en que vive, cada uno de nosotros debe ser señor de sí mismo, luchar por superar todo lo que trata de dominar sin su acuerdo. A pesar de todas las contrariedades, habrá siempre una elección  final entre la resignación o la rebeldía… entre participar en el destino o luchar contra él.

Se puede comprender el valor de alguien por la forma como narra e interpreta su pasado, las responsabilidades que atribuye a sí y a los otros… pocos son conscientes del protagonismo que tienen en la propia vida.

No tiene sentido amor sin libertad, ni libertad sin amor. La voluntad es libre y aspira a lo mejor. Aún cuando escoge el mal es porque allí cree ver un bien. La libertad no es un fin, sino el medio por el cual se llega al bien. El amor es la perfección de la libertad. Una decisión que me compromete tanto a mí como al otro. Por ahí es por donde me puedo liberar de mi egoísmo y llegar a ser más que… yo.


Sólo es libre quien resiste a la maldad y no desiste de la felicidad… quien asume la responsabilidad de no dejar que sus sueños se vuelvan imposibles.

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