sábado, 21 de septiembre de 2019

Tenía que reflexionar, y lo hice, un tanto forzado…



El temor a volver a estar solo de voluntario en el servicio de Cáritas para personas sin hogar,  hizo que me pusiera a reflexionar sobre el tiempo que llevo de voluntario, y la verdad es que  sentí como un vértigo al contemplar en un vistazo rápido  como los acontecimientos propios del servicio así como los generales, políticos, económicos y sociales, se agolpaban en una catarata destructiva hacia un mundo oscuro, incierto, justo en dirección contraria al que había cuando comencé, que aún confiaba en la capacidad del hombre para construir un mundo mejor, y más humano sobre todo.

Antes de acometer la ingrata labor de ir desgranando y concretando  esos acontecimientos a nivel personal creo que es necesario exponer como percibo (o barrunto, más bien, que será), la  situación general de la sociedad y de la humanidad. El llamado ‘progreso’ ha tomado vida propia. Todo tipo de industrias en los diversos sectores de la actividad económica, así como la gestión de los bancos, se están robotizando, afectando a las relaciones humanas en el trabajo, como consumidores o ahorradores. Las respuestas a las  reclamaciones pertinentes siempre dependen de la Central (‘ciudades inteligentes’, creo que las llaman, llenas de cerebros, ajenos a las nimiedades que sufren los ciudadanos corrientes, especialmente los que van quedando en la cuneta), dependen  de lo que dice el robot que controla nuestras cuentas, y dispone de abundante información sobre nuestros gustos, nuestros movimientos…El progreso se ha convertido en un fin en sí mismo.  Avanza al margen de la humanidad, quiero decir que muchos seres humanos tienden a deshumanizarse, con tal de disfrutar de los beneficio que le otorga la tecnología.

Ese avance ciego, disparatado,  ha hecho estallar la sociedad en mil pedazos: las desigualdades económicas entre las personas son astronómicas; el sistema democrático  no garantiza ya  la seguridad, la justicia, el equilibrio social y la redistribución de la riqueza entre regiones y entre personas con criterios de equidad; no controla los grupos de presión, que se adueñan de alguna parcela de ese progreso (como nuevos señores feudales que explotan a sus nuevos siervos), con lo que se enriquecen y compran voluntades adornándolo de alguna ideología atractiva, novedosa, o sea ‘progre’. En estas circunstancias el ejercicio de libertad,  de expresión y de pensamiento, está seriamente condicionado, cuando no es impedido.

Todo eso está provocando la proliferación de la violencia incontrolada, verbal y física,  en las relaciones sociales, lo cual hace muy difícil o imposible la cohesión social. Pero este desastre no es espontáneo, yo creo que está dirigido y alentado, y persigue algún fin. Cual sea ese fin… lo sabremos, ahora solo cabe especular, y muchos me dirán que soy de los que se inventa conspiraciones, y que solo veo lo malo.

A mí me interesa sobre todo, naturalmente, el ataque feroz desde numerosos frentes, todos desde la perspectiva ‘progre’ que se dice ahora, a la religión cristiana, aunque en realidad muchos de esos frentes hayan fracasado en épocas pasadas. Atacan sobre todo a la Iglesia católica, pero el mayor sacrilegio es atacar a Dios, el único garante fiel e inequívoco de la libertad, que es la cualidad  que mejor define al ser humano y de manera incontrovertible.

Entonces tendrá más sentido lo que pueda ir describiendo de mi paso por el voluntariado de Cáritas.
Comencé hace  doce años, y quizá esté a punto de rendirme, pues en estos pocos años ha habido tantos cambios, que es imposible no acusar desgaste alguno.

Cuando yo comencé no solo había más voluntarios, sino que solían ser ‘cualificados’, según un espíritu de Cáritas, que recoge el mismo logo: Los cuatro corazones unidos por una cruz representan el trabajo social y solidario, el corazón más grande significa la acogida sin discriminaciones así como la integración y la colaboración del voluntario como miembro de la organización, y todo ello en base a la fe y la esperanza dispuesta a pasar por la cruz. Este espíritu era el que se  vivía en  los congresos anuales a nivel diocesano, donde una gran representación de voluntarios compartía experiencias entre equipos de la ciudad y de los pueblos, los equipos de los distintos programas y entre técnicos y voluntarios. Y, por supuesto, también se compartía la comida, que cada uno llevaba, que solía ser realmente apetitosa, porque estaba hecha para compartir con los hermanos voluntarios.

Los cambios, como se deduce, no han sido para mejorar. Es esa  sociedad que he descrito al principio la que se ‘está llevando el gato al agua’, la que nos impone otras costumbres, otros métodos, otro trato,  y Cáritas, aunque es la misma, no es ajena a esos cambios sociales. Ve condicionada su labor por múltiples factores: el aumento incesante de demanda de acogida, debido a que las consecuencias de la crisis  se han cronificado, y además amenazan nuevas crisis;  la tremenda escasez de empleo, los empleos precarios y  de escasa duración; el predominio de lo material sobre lo espiritual…

Tampoco Cáritas se abastece materialmente de los fieles y de personas que quieren ejercer su solidaridad a través de Cáritas, ahora lo hace principalmente de un Banco de Alimentos, que Cáritas no controla, sino que es controlada, políticamente, administrativamente…

Tampoco Cáritas ejerce la caridad de forma directa , discreta y simple, persona a persona, sino que está obligada a justificar cada acción, cada ayuda que lleva a cabo con cada uno de sus acogidos. Ni qué decir tiene que dado el número elevado de acogidos conlleva un trasiego de papeles enorme por parte del ‘pobre’ acogido y por parte del sacrificado voluntario, que ve cómo su ideal de servicio se ve condicionado por el  control administrativo, como cualquier oficina del gobierno.

Me atrevería a decir, y pido perdón por anticipado a quien se pueda sentir ofendido, que la ‘calidad’ del voluntariado deja mucho que desear. Su número ha descendido, y las nuevas incorporaciones no siempre son completamente ‘voluntarias’ y fruto de decisiones personales. Esto supone que los equipos no funcionan de la mejor manera, y la tarea no resulta gratificante sino que genera cansancio, tensiones, que afectan negativamente al servicio, al trato con las personas acogidas.

La relación entre la dirección diocesana y los equipos también se ha visto afectada, en beneficio del control y la centralización de los recursos, llevándose por delante lo malo y los bueno que se hubiera conseguido por  las Cáritas arciprestales. No creo que en todas se diera una mala administración, la que yo conozco disfrutaba de un eficaz sistema de atención a las familias y personas acogidas, y gozaba de muy buena fama.

Me he centrado en los equipos de Cáritas parroquiales, de atención a la familias, pero en el equipo de atención a personas sin hogar la situación no es mucho mejor. En primer lugar destacaría los cambios de lugar que hemos sufrido,  seis en total. Pudiera decirse, con cierta ironía, que estos cambios estuvieran motivados por la naturaleza del servicio… a personas sin hogar. No es un cuestión menor, ya que se requiere una instalación cómoda, que facilite la acogida y la intimidad, y disponga de un espacio suficiente de espera, que algunos aprovechan para reponer fuerzas, descansar, incluso dormir... Hemos soportado algunas incomodidades, pero nos hemos adaptado con la mejor voluntad a cada sitio. El último cambio va en la línea de lo expuesto en general, no es el mejor: el trabajador tiene asignada una oficina sin ventilación al exterior, ni al interior, y estamos hablando de personas sin hogar, para los que el aseo no siempre está a mano. La salita de espera es ruidosa y aún no disponemos de un mobiliario mínimo para recoger los pocos alimentos que utilizamos y hacer el café…

No podemos decir que vamos a mejor. El primer local era espléndido, teníamos cuatro o cinco habitaciones, el último es prestado y por eso no debemos quejarnos mucho, pero de todos modos, refleja muchas cosas poco buenas, que no quiero nombrar… me pasaría en la crítica.

Voluntarios, no es que haya habido muchos en este servicio, aunque los últimos años  siempre hemos estado dos, tres o cuatro. De nuevo, como decía, temo  a estar solo, pero confío en que solo sea por poco tiempo. ¿Por qué no se apuntan más personas, y cristianos, a este servicio? Yo no lo sé, francamente. Unos dicen que hay demasiadas ongs. u organizaciones; otros que  Cáritas se ha quedado anticuada y que a la gente le van otras formas ‘más modernas’ y atractivas de actuar. O que la pobreza da miedo. Sí, hemos comentado muchas veces que parece que algunas personas temen contagiarse si tratan con un pobre, consideran que muchas personas están en la pobreza por su culpa,  no tienen trabajo porque no han sabido mantenerlo o no quieren trabajar… y, por otro lado, piensan: ya están los servicios sociales, la Iglesia y Cáritas para que se ocupen de ellos.

Hay soluciones, las habrá, y ya las hay. Disfrutamos/abamos, de una sociedad muy desarrollada, con capacidad para hacer frente a numerosas necesidades, sin embargo, hoy predomina el descontento y la crítica, porque los poderes públicos no satisfacen las necesidades de la mayoría de los ciudadanos, especialmente los más necesitados, por recortes presupuestarios, y porque se ven desbordados con la llegada masiva de otras personas más necesitadas aún que los nacionales. Esto por parte de los poderes públicos.

Soluciones desde la propia Iglesia también las hay, no solo existe Cáritas, hay muchas personas particulares y otras instituciones que ayudan silenciosamente a mucha gente necesitada, si no fuera así, ya nos habría comido la pobreza o hubiera habido algún estallido social. Pero, a menudo, los árboles no nos dejan ver el bosque, nos preocupamos por los grandes problemas de la humanidad, y por otros muchos, lejos de nuestras capacidades y entendimiento, y no somos capaces de empezar por casa, por el vecino, por el barrio, por la ciudad, para arreglar por último el mundo…

En la Iglesia también hay una crisis de fe, y hace falta mucha humildad para poner en práctica la condición de hijo de Dios y concedérsela a todos los demás. Y  nos olvidamos de parar y rezar pidiéndole al Señor la sabiduría y la humildad para hacer solo su voluntad. OM


1 comentario:

  1. Muy acertada tu reflexión, es más, llevo mucho tiempo denunciando la falta de voluntarios cualificados para desempeñar la tarea encomendada. Muchas críticas he recibido al respecto, no de los voluntarios poco cualificados, ya que el tiempo me ha dado la razón y ninguno de ellos están ya de voluntarios, sino de mis propios compañeros que se negaban a ver lo evidente. Cuando entras de voluntario porque estás aburrido en casa, por que sientes complejo de inferioridad y necesitas sentirte superior a alguien y optas por buscar superioridad en los más desfavorecidos, cuando estás para ponerte una medallita pero no haces nada... De todo se ha visto y de todo he visto. Yo jamás hibiese dejado que ciertas personas estuvieran ejerciendo de voluntarios ya lo sabes y sabes que lo que digo lo he dicho a todos a pesar de las críticas.

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