José Luís Nunes Martins
Nuestra vida es un largo diálogo con nosotros mismos.
Reflexionar es verse y escucharse como si fuésemos otro delante de nosotros.
Vivimos en la presencia constante de lo que somos, hurgando a veces muy hondo
en nuestro interior, en busca de la paz que resulta de la comprensión.
Además, también hay en nosotros una enorme fuerza, una
especie de presión, que parte de nuestro interior y nos impulsa hacia afuera,
hacia el mundo, hace todo para que compartamos lo que somos, como si el alivio
de nuestras inquietudes solo fuese posible en el encuentro con el otro.
¡Entonces, por un lado, nos sentimos únicos y solos,
inexplicables desde fuera! Por otro, nuestra esencia nos empuja hacia a fuera,
¡para comprometernos en proyectos que nadie consigue concretar solo! ¿Pero, por
qué?
La verdad es que nadie se basta a sí mismo, a pesar de
que parezca que vivimos condenados a un aislamiento con relación a la
comprensión y al amor de los otros.
Somos el soplo de un viento mayor que brota de lo más
hondo de nuestra alma. Vivimos escondidos a la expectativa de una oportunidad
de hacer volar nuestro ser.
Hay quien tiene certeza de la existencia de Dios, pero lo
cree lejano, allá en el cielo o en cualquier otro espacio o tiempo.
Pero estar en silencio y no poder ver no significa que
algo no esté delante de nosotros, o detrás… a nuestro lado. ¡Tal vez nuestros
hombros se estén tocando!
Es importante que dejemos ver a nuestro corazón. Sentir. ¿La
soledad que él siente es suya o somos nosotros los que la forzamos?
Es preciso crear sosiego dentro de nosotros. Lo que
pensamos, sentimos, queremos, creemos, lo que tenemos propósito de hacer y lo
que nos sobrepasa, deben estar en paz unos con los otros. ¡Tal vez no sea necesario
que estén en sintonía, bastaría que no haya guerra!
Sentir y anotar culpas es señal clara de una inquietud enraizada
y de nuestro distanciamiento de cara a la felicidad. Nos impide vivir, redimirnos,
alimentar el bien a partir de lo que parece estar vacío. De ser más de lo que
somos, somos quien podemos y debemos ser.
Es bueno parar de vez en cuando, solo para que después
podamos salir de nosotros y ocuparnos de las necesidades de otro, del mundo y
de las nuestras.
Nunca estamos solos. Dios existe y no está lejos. Está
aquí. A nuestro lado.
Lo que se nos pide es bien sencillo: ¡Que nos echemos un
poco hacia atrás, que miremos y escuchemos al otro, que lo aliviemos de sus
heridas… haciendo que se sienta tanto único como cercano!
.
https://agencia.ecclesia.pt/…/a-vida-e-uma-solidao-com-com…/
No hay comentarios:
Publicar un comentario