Sin amor es mucho más fácil tener una vida tranquila, sin
grandes altos y bajos. Todo se vuelve en el mundo tan relativo como equivalente,
por lo que las elecciones se hacen de forma muy racional y, aun cuando algo no
sucede de acuerdo con lo planeado, no se siente la pérdida o frustración, solo
la señal de tener que escoger otro camino. Los días se suceden como los escalones
de una larga escalera.
Amando, la vida es una tempestad. A veces, parece destruir
todo el mal y crear espacio y tiempo para una vida nueva. Otras, destruye
nuestros proyectos y mucho de lo que habíamos construido. Cada día estamos
llamados a arriesgarlo todo, porque solo así conseguiremos ganar lo que
queremos, siendo siempre posible que perdamos todo. No hay días iguales. La
vida se presenta como un largo camino que pasa por montes y valles. Por jardines
resplandecientes y por pozos de tinieblas.
Quien ama puede perder todo y, a veces él mismo. Aunque
no sepa si lo podrá recuperar después.
El que no ama no pierde nada, porque nada ha hecho suyo.
¡Amar parece una flaqueza, pero es una fuerza! El amor
nos permite abrirnos al otro, revelando nuestras más íntimas fragilidades. Al
otro corresponde amarnos y protegernos o no amarnos y utilizar sus fuerzas para
atacarnos en nuestros puntos débiles.
Quien ama, se da. No se pierde.
Quien no ama no sale de su yo, de su egoísmo. Su mundo es
él mismo. Solo.
Quien ama sueña, sonríe y admira, incluso los días malos.
¡Por más que dé de lo que es y de lo que tiene, será siempre rico!
Quien no ama, no vive. Sobrevive y toda su grandeza es
solo Parente. Es vacío. Por más que gane, explote o ahorre, será siempre pobre.
¡Si no ser amado es triste, no amar es la propia
infelicidad!
¿Quieres llenar de cielo tu corazón? Deja que el amor te
vacíe de ti mismo. Date. Entonces habrá espacio para que la luz brille dentro
de ti, para los otros y para ti.