¿Tienes todo lo que es necesario? ¿Dependes solo de ti para
vivir? ¿Sucede todo de acuerdo con tu voluntad? ¿Por qué razón no eres feliz si
no te falta nada? ¿Será que esa alegría profunda a la que aspiras no está ya en
ti, mientras busca los bienes materiales? ¿Qué te sucederá si buscas para ti
solo lo esencial?
El dinero y las cosas desvían nuestra atención de lo que
es verdaderamente importante
La mayor miseria no es la exterior. Es la interior.
Tratamos como seres inferiores a aquellos que tienen
menos que nosotros, no les perdonamos la pobreza y los condenamos como
parásitos. Pueden estar tristes y desanimados, pero la mayor parte de nosotros
los ve como incómodos, una amenaza e incapaces y, por eso mismo, merecen su
miseria.
Los pobres son humillados por el mundo hasta lo más
íntimo. Son considerados extraños y colocados al margen. El mundo ignora la voz
de los pobres, intenta que sean lo más invisibles que fuera posible. Son casi
una especie de basura de la que nos queremos librar, huelen mal y nos pesan en
la conciencia.
Con todo, el valor de alguien puede ser calculado por la
forma como trata a aquellos que nada pueden hacer por él. Son los más
miserables quienes nos permiten saber quién somos.
Fija tu mirada en alguien más pobre que tú, tiéndele la
mano y verás quien sale ganando de esa relación.
Todos somos pobres. Nadie de basta a sí mismo. Dependemos
de muchos factores extraños a nosotros. Que nuestra pobreza exterior nos conduzca
a la búsqueda interior de las riquezas que no pasan.
La medida que usas con los pobres es la medida justa con
la que debes ser tratado.
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