Hay leyes que irritan y
desesperan, incluso pueden llevar a querer eliminar a quien es la primera causa
del atropello judicial que se padece.
La llamada violencia de
género, está muy mal llamada de este modo, pues establece una desigualdad entre
los géneros que anteriormente no existía, ni ante la ley ni ante Dios, estaban
unidos en la categoría superior de ‘ser humano’, y, si me dejan, me atrevo a
decir que primero son igualmente hijos de Dios los dos, el cual no nos juzga
según el sexo ni el género.
Está concebida en cambio,
como una estratagema para provocar más
violencia, socavando los cimientos que
la ‘vieja’ sociedad tiene en la familia tradicional; rompiendo con el ‘anticuado’ concepto de
hombre para adaptarlo a una realidad nueva, adornada con adjetivos como
progresista, ecológica. Pero no logra crear nada, porque no es real sino
convencional, mera ideología.
Los resultados de dichas
leyes son nefastos, pues la ´’violencia de género’ se ha vuelto cotidiana, cada
día las noticias abren con un nuevo caso de ‘violencia doméstica o de género’,
con casos cada vez más truculentos. También provoca un choque de mentalidades
irreconciliable, no se puede dialogar con quien trata de imponer su criterio a los demás, incluso
utiliza la escuela para transmitir su ideología, dando por válidos conceptos no
probados y que un niño no pueda llegar a
comprender ni valorar.
Nadie pone remedio a tanto
despropósito, es más, cada día el ciudadano responsable y moderado se siente
más desprotegido por la administración, por la justicia; la desconfianza hacia los representantes
políticos aumenta cada día. Una política ‘valiente’, en campaña electoral, se atrevió a criticar, e incluso prometió ajustar
el término a la falta, sin distinción de sexo, pero ante las críticas de las
izquierdas y los progres, que ya están en todos los partidos políticos, no fue
capaz de mantener su promesa.
Y así seguimos, igual, o
sea, sin esperanza de cambio. Los cambios que nos prometen y el progreso que se
nos quiere vender, es falso, como es falsa cada vez más la sociedad que estamos
creando, unos activamente e interesadamente, y otros permitiendo que lo hagan,
por comodidad e ignorancia.
Estamos demasiado
entretenidos con las nuevas tecnologías, las cuales simplifican su manejo para
que puedan ser manipuladas por todos, incluidos los más torpes o perezosos; con
solo apretar un botón cualquiera puede
obtener varias opciones o servicios; esto puede llevar a muchos a creer que la
vida es demasiado fácil, que cuanto menos piense, más tiempo tiene para
‘disfrutar’ de todos esos productos que
aparecen en las múltiples pantallas, en cualquier momento del día y de la
noche.
Para muchos ya no existen
espacio ni tiempo vacíos para llenarlos por sí mismo, disfrutando se su
intimidad, con absoluta originalidad, discretamente, lejos de los focos y las
cámaras, de la mirada ajena acechante y dispuesta a opinar de todo lo que ve,
de lo que entiende y de lo que no sabe.
Algunos se han empeñado en
dar nuevo nombre a la creación y a las relaciones humanas, como nuevos ‘adanes’,
pero sin el visto bueno del Altísimo, más aún, en rebeldía total, prometiendo
el cielo en la tierra. Dios nos quita los placeres, nos dicen, y que solo ellos
nos los pueden devolver, si somos capaces de renunciar a nosotros mismos y
asumimos sus postulados y creencias.
Empezaron en las escuelas,
para que nos acostumbráramos desde niños a llamar al recreo por ejemplo con un
nombre tan estúpido y pedante como ‘segmento lúdico’. No digamos las notas, a
partir de ahora no hay un ‘niño tonto’ (dicho con el mayor cariño y aprecio por las criaturas humanas):
‘progresa adecuadamente’, ‘adaptación curricular’, por mencionar algunos
cambios, que en demasiados casos no consiguen
los objetivos programados, pero sí sirven para menospreciar a los que por
naturaleza son más inteligentes y destacan del resto.
El fanatismo ideológico llegó
hasta el extremo de imponer un ‘falso concepto de igualdad’… ¡¡¡ en aplicación
del principio marxista del ‘odio de clases’ a las aulas donde se forman los
niños de todos!!!..., para que de mayores no sean ambiciosos, ni se les ocurra ser
ricos, y en nada diferentes unos de otros… ¡¡¡Menudo uniforme!!! Este no es el
austero ‘uniforme mao’, o el mono obrero, que igualan el aspecto exterior de
los ciudadanos, es una mentalidad uniforme, sin criterio propio, sin libertad
para ser bueno o malo, para pensar de una manera u otra…
La verdad es que la realidad
es tozuda y cuesta admitir ciertas denominaciones nuevas de las cosas así como
de las relaciones humanas y sociales. Aquí es donde más eufemismos y
neologismos se han implantado, y a muchos su dominio les ha abierto las puertas
de empleos y puestos de relevancia social, haciendo de altavoces, que a veces,
incluso sin pretenderlo, contribuyen de una manera sutil y convincente a la
difusión universal del falso progresismo-relativista, alcanzando a todos los
niveles sociales y a todo el mundo.
Por eso estamos ya tan
cansados, tan hartos, no entendemos nada de nada, ni de política, ni de
sociedad, ni de educación, no digamos ya de religión. En cambio, sólo se puede
amar lo que se conoce y se conoce bien. ¡¡¡Cómo vamos a amarnos y respetarnos
en una sociedad que ha consentido la demolición de sus cimientos históricos,
culturales y religiosos!!!