José Luís
Nunes Martins
En nuestro mundo hay una cantidad enorme de personas,
trabajadoras y muy inteligentes, que se dedican, por dinero, a crear dos formas
de captar dos de las cosas más preciosas que tenemos: nuestra atención y
nuestro tiempo. Aunque consigan cazarnos por solo unos segundos, ya han
alcanzado gran parte de su objetivo.
Parece que somos casi impotentes para resistir a estas esas
llamadas. El error más grande reside en el hecho de no que no reconocemos
inmediatamente que se trata de algo malo para nosotros. Al final, nuestra
atención y nuestro tiempo son limitados y no dan para todo. Al dejarnos llevar
a donde estas seducciones quieren, estamos dejando atrás otras cosas, tal vez
más necesarias.
Descansar es algo esencial. Pero hay quien toma el sosiego
como un desperdicio del tiempo. Prefieren seguir por los seductores caminos que
las tecnologías de hoy nos proponen. Vamos de imagen en imagen, del enlace en enlace,
y casi nunca encontramos algo que, de verdad, nos interese… pero parece que nos
encanta andar por estos muestrarios.
Nuestras mentes, rebeldes y muy ágiles, como si fuesen
monos, saltan de un sitio para otro, sin cesar, nunca paran, nunca admiran
nada. Hay mucho movimiento de ideas y dispendio de energía, pero ninguna
acción. No se construye ni se gana nada… solo se pierde, atención y tiempo.
Cada vez más las personas tienen miedo de sí mismas, de los
recuerdos, alegrías y terrores de los caminos de su intimidad. Usan la tecnología
para mantenerse a una distancia segura de sí mismos, pero acaban todavía más
infelices cuando se dan cuenta del resultado de sus elecciones… la solución que
encuentran es infantil de tan ingenua: metiéndose cada vez más en aquello que
nos distrae, para ver si todo no pasa de una pesadilla de la cual nos acordaremos
y … de forma instantánea, todo saldrá bien!
Otras veces soñamos con cambios inmediatos de condición y de
lugar, sin darnos cuenta de que, aunque sucediese, no solucionarían el
problema, ya que reside dentro de nosotros y en las puertas que mantenemos abiertas
a lo que nos intenta esclavizar. Podríamos volvernos millonarios o ir a vivir a
una bella y tranquila isla que, aun así, no tendríamos paz. El problema está en
nosotros, no en nuestras circunstancias.
Durante siglos, hombres y mujeres, un poco por todo el
mundo, construirán monasterios y conventos para vivir. Su preocupación principal
era la de no dejarse distraer a fin de aprovechar su tiempo en construir una
vida mejor. Pero estas paredes inspiraban a cada uno de ellos para construir
dentro de sí un castillo, donde su atención profunda se concentraba en lo más
importante y no se perdiese.
Las distracciones de un mundo cada vez mayor y más salvaje
tienen que quedar al margen de nuestra vida, so pena de desperdiciar nuestra existencia.
El problema no es la inteligencia artificial. Es la
inteligencia humana que está artificializándose
y definiéndose, cada vez que cede a los mecanismos básicos de quien nos quiere
autómatas dependientes, consumidores automáticos y esclavos de intereses
ajenos.
Es esencial que aprendamos a aprovechar al máximo el tiempo
que nos es dado, garantizando que somos señores de nuestra atención.
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