José Luís
Nunes Martins
Los amigos no son las personas que nos gustan. Ni aquellas a
las que les gustamos. Ser amigo no es gustar. Mi amigo es aquel que me va
conociendo, amando, perfeccionando y revelando a nosotros mismos quienes somos.
El amigo está siempre presente. Aunque esté muy lejos y sin tener
noticias suyas.
Un amigo es quien elige serlo y después es capaz de serlo.
Pero también los enemigos son el resultado de una elección
mía. Es en mi corazón donde decido a quien considero como mi adversario, a
quien me enfrento como mi antagonista.
En verdad, los enemigos que nos persiguen ayudan a que no
nos creamos por encima de la realidad. Otros hay que nos elogian y aplauden,
haciéndonos creer lo que afirman y no en la bondad de lo que dicen. Fiarnos de
sus palabras es el principio de nuestra desgracia. El mal depende del espacio
que le demos. Muchas veces la mejor defensa es la indiferencia.
Si quisiéramos perfeccionarnos, entonces necesitamos de quien
nos ayude a identificar las imperfecciones, errores y vicios. Este es uno de
los más importantes papeles del amigo, porque muchas veces no somos capaces de
permitirlo, pues buscamos solo a quien esté de acuerdo con nosotros…
Nuestros mayores enemigos son nuestras faltas, así como las
disculpas que nos damos a nosotros mismos para no enmendarnos. Lo importante es
que nos fortalezcamos donde aún somos débiles.
El mal que alguien me hace tendrá siempre la importancia y
el sentido que yo mismo le dé.
El mal que me hago a mí mismo no tiene sentido. Cualquiera
que sea la forma como quiera justificarlo.
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