¿Miedo o deseo de perfección?
El miedo es uno de los principales motivos de cambio. Las
perdonas huyen y acaban en lugares y situaciones que no desean, porque algo las
asustó y comenzaron a correr sin destino.
El miedo comienza por atacar nuestros sentidos y la
razón, hasta el punto de hacernos ver que las circunstancias parezcan ser lo
que no son, tomando por verdad lo que no es. Nos esclaviza porque nos hace tener
por cierto el mal y el bien por imposible.
La perfección es sutil y muy exigente, susurra y solo
quiere a quien la quiera. El camino de la perfección es largo y estrecho, un
solo paso en falso y podemos echar todo a perder.
La vida es una secuencia ininterrumpida de elecciones.
¿Qué criterio seguimos para decidir?
Cuando hay un mal y un bien, es fácil. ¿Pero cuando hay
dos males? ¿Y dos bienes?
Uno de los peores síntomas de la infantilismo de nuestro
discernimiento es la incapacidad de aceptar que en la vida tenemos, muchas
veces, que dejar cosas buenas atrás.
Los niños quieren todo. No admiten que, a veces, solo se
puede tener acceso a uno de los bienes disponibles. Intentan todo a fin de
explorar la posibilidad que creen que se ajusta para encontrar un camino en que
no tengan que renunciar a nada. ¿Y cuando hay dos males? Claro, no aceptan
ninguno.
Siempre podemos perfeccionarnos, escogiendo, cada día, el
mejor camino disponible. Habrá tiempos de flagelo, en que parece que solo
elegimos entre males y más males. La vida nos pone a prueba sin piedad.
El valor es la capacidad de elegir lo mejor, a pesar de
la presencia permanente del miedo.
El éxito no es suerte. Implica sacrificios tan grandes
que, quien lo alcanza, solo lo ve como un descanso y alivio, más que como una sorpresa.
¿Qué te hace caminar?
¿Qué fuego hace latir tu corazón?
¿Cuál será el destino de tu vida si continúas siguiendo
el camino en que estás?
¡De cualquier forma, no tengas miedo de ser feliz!
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