viernes, 29 de marzo de 2019

De vuelta



Hoy de nuevo hemos hablado en la tertulia del abuso que ejercen los bancos contra las escuálidas cuentas de sus clientes, especialmente si el único ingreso de que disponen es una pensión o una ayuda social del tipo que sea. Abuso de los bancos y de los políticos que lo consienten y no ponen remedio alguno, ni en esto ni en que nadie, que lo desee y cumpla los requisitos necesarios para el trabajo, pueda acceder a un trabajo que le permita vivir lo más dignamente posible.

Esto, y la obligatoriedad de conocer el funcionamiento de las redes sociales para todo tipo de gestiones. Pero hay muchas personas que carecen no solo de los conocimientos necesarios, sino de los aparatos que se requieren para someternos voluntariamente a esta nueva forma de esclavitud. La sociedad ha cambiado, ya no es una sociedad, que forma una nación, o sea, una suma de voluntades para garantizar el bien común, sino que ha regresado a la organización medieval, donde imperan los  nuevos señores, y el rey es don dinero, naturalmente, y como suele habitar en lujosos bancos, pues estos son los señores de señores.

Para distraer la atención de los ciudadanos, la plebe,  de sus verdaderos intereses, se sirven de  multitud de medios, del fomento de la división y el odio entre grupos y personas, especialmente atacando la familia natural;  fomentando  ‘nuevas viejas’ ideas, creencias, supersticiones, que conducen al  individualismo egoísta, y las asociaciones gregarias de todo tipo, para fines a veces de dudosa moralidad.    
      
Hace pocos días le decía yo a unos amigos en medio de una tertulia de cafetería que ‘el desarrollo humano, en humanidad, es inversamente proporcional al desarrollo material que hemos creado’, no sé si se puede decir en verdad disfrutamos. Yo tiendo a ser pesimista en lo que respecta a la sociedad presente, pero en mi vida diaria no lo soy, y no me gusta amargarle la vida a nadie.

Esto escribía hace unos días. Hoy me decido a seguir escribiendo, porque me he dado cuenta, una vez más,  de que se respira un cansancio y una hartura ‘desesperante’ entre las personas que vienen últimamente al albergue y a esta oficina de entrada al mismo, por la cantidad de dificultades que han de soportar o sortear para  recuperar la vida que perdieron como trabajadores, padres, esposos, etc.;  o sea, para poder acceder al trabajo y la autonomía que son el soporte de la dignidad de cualquier persona. Algunos, más comunicativos, manifiestan con la mayor naturalidad, lo arrepentidos que están de haberse dejado dominar por las drogas y haber puesto su vida en peligro, así como el vivo deseo de dejar atrás la mala vida vivida.

No pretendo dar lecciones a nadie, más bien me las dan, pero puedo decir que lo que me mantiene en mi vida diaria con dignidad es mi fe en Dios, más o menos firme, la cercanía de mis familiares y amigos, aunque la mayoría estén ausentes, unos en la otra vida, y otros en la distancia.

Digo esto último porque hace pocos días uno de mis mejores amigos me contaba un sueño extraordinario, con la mayor naturalidad, y humildad, diría yo. Decía así: “yo andaba buscando a Jesús, como se busca a un amigo que no se ve hace tiempo, y cuando lo encontré le dije: ‘te andaba buscando’, y Él, sonriendo, me contestó: ‘no tienes que buscarme, yo te encuentro”. Yo me quedé atónito, porque mi amigo dice que él cree, pero a su manera; no ha pisado apenas una iglesia, ni le dice mucho, no ha tenido el menor trato con curas. Al  preguntarle cómo era el Jesús que pudo contemplar en su sueño me respondió que era joven, de rostro algo aniñado y agradable, sonriente, y que iba vestido con una túnica amplia.

Es lo mejor que le puede pasar a alguien, aunque sea un sueño, quien sabe si el sueño no es una forma de comunicarse el mismo Dios, para que no nos asustemos, para regalarnos un descanso en el duro caminar de esta vida.

Pues que así sea para tantos como se ven angustiados, desesperanzados. Gracias a quien tiene el corazón de compartir sueño tan extraordinario, que puede servir para despertar la esperanza de todos los que tengan la oportunidad de conocerlo.

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