Cada vez que me encuentro
con mi amigo P. terminamos mirándonos a los ojos, asombrados, y concluyendo de la
misma manera: ‘la que se avecina’. Es inevitable, porque hacemos cosas que siempre
se hacían voluntariamente, desinteresadamente; en cambio en la actualidad observamos detalles
sospechosos que revelan que la buena voluntad está siendo utilizada, manipulada,
integrándola paulatinamente en una ‘beneficencia pública’, administrada por el
estado, y el supraestado, o sea, por la CEE.
Hay marcas comerciales que
elaboran productos para el Banco de Alimentos, dichos productos no se pueden
vender ni repartir fuera de las instituciones y onegs, entre las que se incluye
a Cáritas. Las mismas instituciones gestionan la entrega de dichos productos
especiales a las personas necesitadas, las cuales deben justificar mediante la
entrega de documentos siempre actualizados que están en paro, o que sólo perciben
una pensión y/o cualquier tipo de subvención, sea estatal o municipal. ¡No son
funcionarios, pero lo parecen!
Deben llevar un control
exhaustivo, de los papeles que los ‘usuarios’ –acogidos deben entregar y de la
entrega que se hace de los productos. Cada entrega es individual y se registra hasta
el último sobre de sopa o grano de arroz, cada mes, con la firma
correspondiente de la persona que lo recibe. Toda la documentación ha de estar
disponible para las Entidades Benefactoras, y si hubiera alguna irregularidad esa
ong. podría perder el estatus de entidad colaboradora…
¿¡Pero colaboradora en qué y
con quien!? Esa es la gran pregunta. Como hoy no hay tiempo para pensar, ni tampoco
se recomienda, ni se alienta, ni se consiente tampoco el libre pensamiento, si
no va de acuerdo a lo ‘políticamente correcto’, pues ¡estamos apañados! ¡Que
Dios nos ampare!
La esenia de la acción
caritativa (o dicho con esa impronunciable palabra ‘sociocaritativa’) : la
gratuidad, la individualidad, la discreción y el acompañamiento, ya no es posible llevarla a la práctica,
porque está sujeta y condicionada al
control administrativo, más que al seguimiento de la caridad evangélica; que como digo, entiendo que es totalmente
voluntaria, personal, discreta y silenciosa.
¡Que es cosa de los tiempos,
pues me cuesta mucho aceptarlo! No puedo soportar ver a la entrada de la oficina
de cáritas un cartel que me recuerda quienes son los ‘benefactores’: una CEE,
un tal Gobierno de España, como si fueran los que mandan ahí. Dos grandes instituciones, sin duda, pero dos
grandes mentiras, ya que deben velar por los derechos de todos los ciudadanos,
y lo que hacen es, a la chita callando, ignominiosamente, aprovecharse del ‘tirón’
del voluntariado y de las onegs para acallar así el descontento social.
‘¡Cómo nos están preparando!’
Saben que esta crisis es permanente, que
va a haber millones de pobres, y es mejor tenerlos alimentados, callados y
atendidos por ‘voluntarios’, que siempre serán más amables que los
funcionarios. A esto debemos sumar la cantidad de leyes absurdas y
contradictorias, discriminatorias algunas, más la cantidad ingente de normas
que convierte a multitud de ciudadanos en potenciales delincuentes, objeto de embargos,
pago de intereses, de multas de todo
tipo e incluso de cárcel. (Hoy escuchaba en la radio a un periodista decir que
es tal el abuso de las multas de tráfico de los ayuntamientos que había
encontrado a una persona llorando, porque le había caído una de esas multas
meramente recaudatorias…) ¡Y es solo un ejemplo!
Llevan preparándonos largo
tiempo, y la sociedad va aguantando, o haciendo como que entiende y cree que
progresa adecuadamente, siguiendo las
músicas encantadas de nuevos flautistas de Hamelling capaces de disfrazar la
realidad según los deseos de cada cual.
Entonces me planteo
seriamente donde me conviene desarrollar mi voluntariado, o cómo hacerlo al
menos desde estas cáritas, si quiero que responda a la caridad verdaderamente evangélica.
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