Una vez escribí
“Pequeñas empresas fantásticas”, refiriéndome a las familias que en la crisis muestran
su mejor razón de ser: el amor, el apoyo incondicional, lo que les permite
resistir el temporal que arrecia con más fuerza a medida que el tiempo avanza,
uno, dos, tres años..., y las soluciones no llegan, y los esfuerzos son en
vano.
Bien, pues en estos
casos hay una familia que apoya, hay un refugio humano. Pero en una familia rota… también decía entonces
que son empresas en ruina, y que cuando son tantas, empobrecen a la sociedad no
sólo económicamente, sino como comunidad, la atacan en el núcleo, donde se gesta una buena
sociedad, la primera escuela que prepara
ciudadanos que miran por el bien común, y les preocupa el bienestar de los
demás, con una dirección paternal.
Significan, pues, una pérdida incalculable para la sociedad,
pero para los miembros de esas familias, en muchos caos es un vivir sin
descanso posible, la ruptura condiciona toda relación posible, y marca sobre
todo a los hijos, a los que se les hará muy difícil, cuando no imposible,
pensar en un futuro amable, acogedor, sociable, vivible.
Esas nuevas teorías
relativistas, que pretenden “endiosar” al individuo, parapetarlo en una montaña
de derechos, hasta el de generar vida artificialmente, a gusto del progenitor,
A o B, o de manipularla para satisfacer sus apetencias… ¿a dónde creen que
conducen? ¿quién va a garantizar el respeto a esos derechos? Lo más probable es
que se conviertan en privilegio de nuevos señores, garantizados por un nuevo
estado autoritario que gobernará al dictado de los nuevos señores del progreso.
Porque ni el progreso, ni los nuevos derechos que propone están al alcance de
todos, ni todos los miembros de la sociedad están conforme con ellos.
¿Estamos ya en la nueva
edad media de los señores del progreso? Entonces el tercer estado, los antiguos
campesinos, son hoy los millones de parados, parados de larga duración, familias empobrecidas; pícaros y corruptos de
todo tipo, emigrantes sin rumbo ni
destino, sobreviviendo por los aledaños
del progreso.
En la nueva era que
alumbremos tiene que estar presente la esperanza, es importante mantener viva
la conciencia social y humana para que el bien común siga siendo la aspiración
colectiva irrenunciable, y la hermandad.
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