jornal i, 17 maio 2014
http://www.ionline.pt/iopiniao/fe-no-amor
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Ilustração de Carlos Ribeiro
Nadie vive sin creer.
Es la fe la que nos abre las puertas del mundo. Una gracia que nos lanza hacia
delante, que nos propone la libertad de una vida nueva, que busca y encuentra
lo que los ojos no ven y las manos no tocan.
La existencia humana es
un misterio que se muestra a través de señales. Sólo la fe nos revela la verdad
de nosotros mismos. Confiar es abrirse y creer lo que se abre ante nosotros. La
fe es lo que permite al hombre vivir con sentido, tener el coraje de ser feliz,
acogiendo la gracia incluso en la misma desgracia.
Hay tanto en la vida
que nos sobrepasa… Es esencial que creamos en la generosidad y en la bondad de
los otros y de todo lo que no depende de nosotros. Comprenderemos que en
conjunto podemos hacer aquello que solos no somos capaces.
Cuando amo, tengo fe en
alguien, estoy convencido de su valor: una certeza que se prueba, pero no se
demuestra, que es capaz de mover y conmover también lo mejor de mí. Un abandono
confiado que arriesga todo al encuentro con el otro. Una voluntad de darme y de
abrirme.
La fe es siempre en
otro. Yo mismo, en mi mayor bondad, soy otro en el que creo. Tal vez por eso no
haya hombre más pobre que aquel que perdió la fe en el amor, porque así se
perdió a sí mismo.
No todo puede ser
comprendido. Pero no deja, por eso, de ser verdad. Para comprender es preciso
amar. Pero nadie es capaz de amar cuando vive desconfiado y sin esperanza. La
fe completa la razón.
El amor es el principio
y la perfección de cualquier relación, en la medida en que se convierte en la
firme esperanza que ilumina todo el camino a partir de su destino.
Creer es el primer paso
para la creación en este mundo del milagro del amor. Siempre que dos manos
libres y abiertas se encuentran, rezan.
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