Por José Luís
Nunes Martins
publicado em 15 Fev 2014 - 05:00
publicado em 15 Fev 2014 - 05:00
Ilustração de Carlos Ribeiro
Es igualmente difícil admirar y
promover el bien de nuestro hermano, de nuestro colega de trabajo, de nuestro
compañero… pero es por ahí por donde se empieza a cambiar el mundo.
Nos es siempre más
fácil cuidar de quien no está próximo… todo se pasa como si no tuviésemos
obligación alguna de conquistar y cuidar de los que viven aquí mismo, de los que conozco. Como si
nuestra familia fuese un hecho consumado, adquirido y asegurado. Somos capaces
de invertir horas en animar a una
amistad a distancia, al mismo tiempo que nos saturamos con una simple pregunta,
o gesto de ternura de aquella persona con quien estamos todos los días…
En el polo opuesto,
encontramos relaciones que se anulan en cuanto estrechan demasiado las
distancias, aniquilando las diferencias que eran su riqueza. Es esencial que se reconozca al otro el derecho y el
deber de ser quien es, de forma independiente y auténtica, sin que ninguno interfiera
en eso.
No nos gustan tampoco
los profetas de nuestra tierra… no es nada fácil ni corriente que admitamos que
aquella persona que está allí, que conozco, cada día es, en verdad, mucho mejor
de lo que solemos juzgarla. Como si el reconocimiento de su grandeza nos
disminuyese, cuando, tantas veces, su talento se debe también a nosotros… a
pesar de todo!
Amar es aproximar.
Hacer próximo a quien está más lejos. Dar más espacio a quien esté demasiado
cerca. Crear lazos de familia. Hacer el camino de vida en paz y armonía, con
quien sigue a nuestro lado. Aceptando que habrá siempre escenarios que, a lo
lejos, nos parecen mucho mejores…
La pérdida repentina de
alguien próximo encierra, muchas veces, la tragedia adicional de revelar
nuestra culpa por no haber sido capaces de hacer lo posible por su felicidad…
sólo en estos escenarios algunos se dan cuenta de la belleza de la bondad de
quien estuvo siempre allí… invertimos tanto tiempo en cosas que no tienen valor
alguno… robándolo a quien lo merece… privándonos de ser mejores.
Es igualmente mucho más
difícil admirar y promover el bien de nuestro hermano, de nuestro colega de
trabajo, de nuestro compañero… pero es por ahí por donde empieza a cambiar el
mundo. Creando lazos verdaderos con quien nos es próximo. Entregando lo mejor
de nuestra voluntad a los que están al alance de nuestra mano.
Debemos prestar
atención a las novedades de los que conozco, abriendo nuestra inteligencia (y
nuestro corazón) a la abundancia singular que cada día trae a cada vida…
Esto en vez de dejarnos
encantar y engañar por personas nuevas que, tantas veces, poco más tienen a su
favor que nuestro desconocimiento de su verdad…
Soñamos encontrar
alguien extraordinario, llegado de un cielo cualquiera, que nos de acceso a una
felicidad sin dificultades, una especie de perfección preparada para vivir.
Soñamos que sólo así llegaremos a ser quien somos… cuando, verdaderamente,
nuestro valor depende de lo que seamos capaces de alcanzar por el coraje de
nuestro esfuerzo… la conquista es sólo el primer paso del largo, doloroso y esencial camino del amor.
Importa derribar las
barreras del egoísmo y superar las distancias
que nos separan de los que están
aquí. Abrir espacio y tiempo al amor.
Tal vez nos disguste
que aquellos que nos conocen, sepan lo peor de nosotros… que no se dejen maravillar
por nuestras cualidades… pero, ¿no será que conocen nuestra capacidad de
amarlos?
Proximidad no es
invasión de intimidad… amar no es atar…
es dejar ser y admirar. Perfeccionar no es conformar a nuestra imagen…
Amar es aproximarnos y
mantenernos próximos… vivir juntos la aventura de ir dándonos la mano y de ir creciendo así… cogidos de la mano.
Procurando perdonar más que ser perdonado.
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