
martes, 20 de septiembre de 2016
Bancos impios
El Señor perdono la deuda del administrador astuto porque le suplicó … pero el, que fue perdonado, exigió con violencia a su deudor lo poco que le debía. Así nos pasa ahora con los bancos, que después de haberlos rescatado con dinero de todos, no muestran la mínima piedad con los pobres a quienes sus ingresos no les alcanzan y, condenados como están a cobrar por el banco, se ven amenazados continuamente por alguna pequeña deuda con el banco, un descubierto de un céntimo, o porque tuvo que pedir un anticipo por un imprevisto.
Y no digamos ya cuando se trata de cantidades mayores, alguien que emprendió un negocio y ha fracasado, este banco que concede el crédito se desgañita, por teléfono a todas horas del día, amenazando por medio de unos servicios jurídicos serviles con embargos o con multas imposibles de llevar a cabo por la insolvencia más absoluta del pobre deudor.
Deudor que se ve impotente, y se desespera porque no puede cuidar de su familia, o porque no puede vivir por su cuenta y tiene que recurrir a la caridad. Hoy la caridad se entiende mejor como Misericordia, que expresa mejor la enorme distancia, el abismo que se agranda cada día entre los que tienen para vivir y aún podrían dar de comer y trabajo a otros, y los que no poseen nada. La Misericordia es esa actitud divina que da sin medida, sin cansarse, sin mirar a quien, igual que sale el sol para todos, que paga a todos el mismo salario, aunque su jornada haya sido diferente. La misericordia da porque es infinitamente generosa, incluso da cuando no tiene nada que dar, de algún sitio saldrá la ayuda necesaria, en algún momento que no esta previsto, y si no llega, o parece que no llega, es que esta generando la fuera necesaria, o está llamando o está, con seguridad, denunciando el egoísmo de los que pudiendo no remedian el do!or, la humillación, el hambre, la tristeza, el desamparo.
Que sociedad estamos creando entre todos!? Los bancos, los gobernantes incapaces de defender el bien común, los ciudadanos egoístas y ciegos, que no ven más allá de sus narices, que haciendo mal uso de su libertad malgastan su vida perjudicándose ellos mismos y a cuantos le rodean.
lunes, 29 de agosto de 2016
Yo creo en los milagros
JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS
No comprendo por qué razón
los milagros suceden, ni qué sentido puedan tener, ni por qué parece que
suceden solo a unos y no a otros... ¿O será que les ocurren a todos?
Admiro la simplicidad de los
milagros. Pasan siempre desapercibidos a la mayor parte de las personas.
Incluso también a quien los recibe. A veces, se dan solo con una mirada. Con
una palabra. Con un gesto. Otras veces, con una tempestad que llega o en una ventisca
que desaparece... ¡poco importa!
Es sorprendente la fe de los
que los niegan... creen que todo es mera obra de la casualidad. ¡Si se dieran
cuenta de que eso sería incluso un milagro mayor!
Los milagros suceden... y
son tantos como los misterios de la vida.
Hay un suelo suave, pero
seguro que impide que la caída en el abismo no tenga fin... una luz que ilumina
el camino de vuelta... y unas alas que nos hacen volar hasta casa... y hay una
sonrisa en los ojos de quien llora. Y hay siempre mucha gente que no se da
cuenta de nada de esto...
Un breve instante es
suficiente para que nos llegue lo que durante mucho tiempo nos fue negado.
Los milagros tienen siempre
una historia. Son un encuentro difícil y demorado entre dos voluntades libres,
que, de repente, se da.
No importa si lo
consideramos imposible o que incluso lo podamos tener olvidado... si fuera el
momento, sucederá. Siempre de forma sutil. Discreta. Escondida, paciente y
perfecta.
Hay noches y días, dolores y
alegrías... Hay puertas que no necesitan cerradura y ventanas que nunca cierran.
Sé que es lo mismo cuando me
callo, tú oyes... y, hasta puede ser que antes que yo, tú ya lo sepas.
Y es que en un silencio sin
fin alguien me dice: Llora, pero no te destruyas. Yo te amo.
(ilustração de Carlos Ribeiro)
http://rr.sapo.pt/artigo/62242/eu_acredito_em_milagres
miércoles, 24 de agosto de 2016
La huida
Daniel Medina Sierra
La
huida en ocasiones es la mejor opción, sobre todo cuando la situación te
supera. Existe una doble cara, la primera es la antes mencionada, una retirada
a tiempo es una victoria, la segunda es convertir la huida en un hábito.
Es
comprensible, y a todos nos ha pasado en alguna ocasión, que no pudiendo
encontrar una solución a un problema determinado, hemos aparcado
momentáneamente ese problema hasta encontrar una solución adecuada, de no ser
así, podría desarrollar problemas mayores, depresión, ansiedad, angustia...
Aparcamos temporalmente nuestro problema.
En
segundo lugar tenemos a los individuos que hacen de la huida un hábito de vida,
nada saludable. Van agregando problema tras problema al mundo subconsciente
esperando, no la solución, sino que se desechen por si solos. Lo de que una
huida preventiva, ante una circunstancia que nos supera, seria sana y correcta,
antes de dar un paso en falso y errar y empeorar más las cosas, se convierte en
temor a la realidad, temor a la acción y elección de nuestro destino.
Cuando
cruzas la acera, retrocedes, miras hacia ambos lados y luego cruzas al otro
lado. El huidizo para, mira a todos lados como si le cayera un coche del cielo,
y se queda parado, no cruza, por lo tanto no avanza. Son dos caras de una misma moneda.
El
destino te guarda grandes penalidades, grandes pruebas, grandes retos, grandes
metas. La felicidad no se alcanza agazapado, esperando a que la tormenta pase.
Es normal, lógico, que necesites tiempo para empezar a andar después de una
gran caída, pero no conviertas una tragedia en una condena de por vida.
Conozco
a muchas personas que se escudan y defienden ilustrando su tragedia con
argumentos convincentes y demoledores, maltrato, depresión, alcohol, drogas,
cárcel, desahucios, abandono... ¿ y después qué? llevan tantos años
autocompadeciendose que ya nadie los toman en serio.¿ qué esperan de los demás,
acaso la huida de su presente es motivo de la acción moral de otros?
No
hay solución definitiva ni igualitaria para otro ser humano, él debe ser quien
busque la salida, quien después de mirar a ambos lados cruce la otra acera. Solo
cuando decides avanzar, cuando ya has quemado todos los cartuchos de la autocompasión,
cuando no demandas oídos que escuchen la melodía constante de tu desgracia, tu
mano alcanzará la otra dispuesta a luchar contigo; contigo, no por ti.
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