Al final de una etapa es conveniente hacer un
balance, este es el resultado. Lo primero dar gracias a Dios porque sin él no
habría hecho nada de lo que he hecho, y gracias también a Cáritas, que me ha
permitido desarrollar el don de la caridad, especialmente con los más
necesitados en el Programa Diocesano de Personas sin Hogar.
Allá por el año 2007, hizo mella en mí la llamada
urgente de la conferencia Episcopal a todos los fieles a implicarse en la vida
de la Iglesia, dando testimonio de la fe cristiana en todos los ambientes, para
hacer frente al relativismo reinante en la sociedad, y a la aprobación de
normas y leyes por un gobierno llamado progresista que trataban de fomentarlo y
consolidarlo: la implantación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía,
el reconocimiento de algunos derechos contrarios a la naturaleza y a la
dignidad de la persona humana. Todo ello dirigido a modificar las conciencias,
para lo cual comenzó un ataque indiscriminado a la iglesia tanto desde el
gobierno como desde asociaciones progresistas (feministas, LGTB, y otras…),
empeñadas en demoler los principios y valores que hasta el momento había
asumido la sociedad para su seguridad y continuidad en libertad, progreso
continuado y democracia.
Comencé por oponerme a la implantación de la
asignatura de educación para la Ciudadanía, mientras trabajaba como profesor,
por su contenido propagandístico de esa ideología progresista, especialmente su
ataque a la familia, en sus textos se reconocían hasta ocho tipos de familia
(hoy precisamente he leído que la ONU propone aún hasta más de veinte tipos de
sexo…)
Y por fin me decidí a integrarme en alguna
actividad dentro de la Iglesia. Acudí al párroco para que me orientara hacia la
labor más necesaria, y él me propuso Cáritas. Así comencé mi labor en Cáritas
parroquial del Santo Cristo. Por esas casualidades de la vida… como el equipo
tenía suficientes voluntarios y desde la Arciprestal se había pedido la
colaboración de las parroquias con el Programa de Personas sin Hogar, pues allá
me mandaron. Llegué en plena reunión, pero era una reunión de directores… ‘no,
no, no te vayas, quédate, así se enterarán de lo que se diga y acuerde’…
Y ya seguí. Entonces era solo por las tardes, y
además yo trabajaba. No me fue nada difícil el comienzo, con buenos compañeros y
sin demasiadas normas o limitaciones que dificultaran el buen ambiente
necesario. Cada cual aportaba lo mejor que podía o sabía en beneficio de las
personas que allí acudían en solicitud de ayuda, o a pasar un rato de charla
agradable. Al poco tiempo ya pude ir por las mañanas, porque me jubilé
anticipadamente. No ha habido muchos voluntarios para este servicio, pero los
ha habido muy buenos, sobre todo los últimos años. Unos voluntarios muy
especiales eran los’ voluntarios forzosos’, personas que elegían Cáritas para
llevar a cabo su condena social de los meses que fueran, generalmente
buenísimas personas y serviciales, lo cual suponía un alivio para nosotros. Les
sorprendía lo que hacíamos o cómo lo hacíamos, y algunos prometían volver,
pero…
También tuve a asumir la tarea de secretario de
Cáritas Arciprestal, aunque fue de manera provisional durante dos años. Había
que coordinar los equipos, informar, celebrar consejos… Entonces hablábamos
mucho de unificar criterios y formas de ayuda, incluso de un fondo común para
evitar las diferencias entre parroquias.
Me parce ahora que eran otros tiempos… tanto han cambiado las cosas en
tan escaso tiempo… igual que sucede en la sociedad en general.
Volví a integrarme en el equipo parroquial del
Santo Cristo, ya renovado. Fueron unos años muy, muy entrañables, de verdad,
trabajamos con mucho gusto, decían que con buenos resultados. Claro que fueron
los años fuertes de la crisis a partir de 2007. Muy duros, con momentos
difíciles… cuanta veces creíamos que también a nosotros nos alcanzaba la
multiplicación de los panes y los peces evangélico. El sufrimiento de la gente
nos impulsó a buscar soluciones y recursos constantemente, y nos unió
fuertemente. Todavía tuvimos tiempo de ofrecer clases de apoyo a los niños de
los acogidos. Una experiencia muy bonita (que le pregunten al director, ¡Cómo
disfrutaba!)
Tuve que dejar este equipo, por motivos
personales, y además fui a vivir a otro barrio. Así que me incorporé al equipo
parroquial de San Marcos. Tengo que decir que aquí no me sentí tan a gusto,
aunque siempre hubo cosas positivas. Una que recuerdo fue el compromiso del
grupo de jóvenes de confirmación para dar clases de apoyo a los niños de los
acogidos de Cáritas.
De nuevo cambio de vivienda, de barrio, y de
equipo, el de la parroquia de la Pastora. Aquí estuve como colaborador. Un
equipo diferente, pero que funcionaba con bastante eficacia. Pero en poco
tiempo sufrimos el fallecimiento de tres compañeros, con lo cual tuve que
implicarme más. Poco más tarde muere otro compañero. Por desgracia los
voluntarios escasean tanto que el relevo no se produce. Ahora en tiempos del
coronavirus ha habido un notable refuerzo con voluntarios entre los
catequistas, las cofradías
Hasta aquí mi paso por los equipos parroquiales.
Aunque no esté bien decirlo siempre tuve preferencia por la labor en Personas
sin Hogar. Aquí el trato con las personas es diferente, su situación es
diferente, especialmente agravada por la soledad, expuestos permanentemente a
carencias tan elementales como cuchillas de afeitar, pasta de dientes, un
cigarrillo, tomar un café con galletas o dulces y en buena compañía, un euro
para comprar unas pilas, un billete de bus, etc., etc. Se crean lazos más o
menos fuertes entre muchas de estas personas y entre ellos y nosotros. En este
blog quedan reflejadas numerosas pruebas de esto que digo.
En este servicio, hemos cambiado de domicilio
desde 2007 cinco veces, aunque eso no ha supuesto cambios en lo esencial, sí ha
podido en ocasiones dificultar más la labor y tener que hacer un mayor
esfuerzo, bien por ser un espacio insuficiente o por su mala distribución, su
cercanía o lejanía del centro; pero de cualquier modo siempre nos hemos
adaptado, tratando de resolver de buena gana cualquier obstáculo.
Ahora ya me ha llegado el momento de tener que
elegir entre continuar o dejar este servicio al no poder desempeñarlo como Dios
manda. El motivo principal son mis propias limitaciones, pero no puedo ocultar
que también tiene que ver la inseguridad e incertidumbre en cuanto al
desarrollo del programa, su ubicación, y si cuenta con voluntariado suficiente.
Y, como
nada ocurre por casualidad… gracias al confinamiento y la limitación de
movimientos, he tenido la oportunidad de acudir a mi parroquia, acompañar al
párroco y participar en la misa ‘clandestina’ algunos días de semana y los
domingos, lo cual ha hecho que me sienta más implicado con la parroquia. Y siguiendo con las casualidades… justo ahora
el sacristán decidió dejar de prestar sus servicios… entonces yo me ofrecí al
P. Luís para hacer de sacristán, de manera voluntaria.
Tengo que reconocer, sin embargo, que debo mi
agradecimiento más sincero a todos los trabajadores sociales de Cáritas con los
que he colaborado, a los compañeros voluntarios a lo largo de estos años, y
sobre todo a la cantidad de personas sin hogar que he conocido y tratado, de
los que he aprendido tantas cosas buenas, y especialmente a vivir sin perder la
esperanza por muchas que sean las dificultades, a ser agradecido, esto es
importantísimo… También os pido perdón por los fallos que sin duda he tenido
con unos y con otros, y el daño que con ello haya podido causar, así como por
todo lo que pude hacer y no hice, consciente o inconscientemente.
Y termino como empecé, dando las gracias a Dios
por encima de todo, reproduciendo las palabras de San Pablo a los corintios que
tanto me han ayudado: ¨ ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre e misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas
hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha,
repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Sí los
sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en
proporción nuestro ánimo. ¨ OM