sábado, 28 de abril de 2018

Se creen dioses




José luís Nunes Martins



Nuestra sociedad parece movida por el consumismo. Se cree en la lógica del consumo: se comienza con la adquisición para después explotar hasta la extinción lo que tenemos. Esta extinción puede que no sea la del objeto; a veces somos nosotros los que quedamos saturados, demasiado rápidamente.

Se compra, se usa y se tira. Al final no tenemos manos para todo y hay siempre tantas cosas que aún no tenemos…

El cuerpo es visto como un accesorio del que se puede disponer en función de lo que se cree que es libertad. Puede usarse sin restricciones, al final es cosa nuestra… unos lo veneran como si fuese lo que no es, otros lo desprecian como si n o fuese muy valioso.

Llamados a completar la creación de nosotros mismos, somos responsables de lo que elegimos al pensar y soñar, sentir y consentir, decir y callar, lo que hacemos y cómo lo hacemos.

El don de la vida es esta enorme responsabilidad de valorarse.

Son muchos los que hoy se creen héroes dignos de prestarle culto. Egoístas y arrogantes, se vuelven ciegos ante la realidad tal como ella es. La humildad podía curarlos, pero no quieren, prefieren ser esclavos de sus impulsos irracionales.

Prudencia, buen sentido y comedimiento no son virtudes que aprecien. Se creen señores de sí mismos, del mundo y de los otros.

Lo peor de todo esto es que el mal nunca es claro y evidente. La maldad es fina y astuta hasta el punto de comenzar por evitar a quien pretende hacerse su esclavo.


Todos tenemos momentos de egoísmo y arrogancia, todos nos debemos empeñar en librarnos de ellos a fin de que no nos consuman.

Es un grave error querer ir más allá de la medida propia de cada cosa. Cada hombre debe empeñare en saber quién es, conocer sus límites y sus posibilidades. Aceptar su vida de forma auténtica, sin dejarse dominar por las tentaciones de la insolencia, de la falta de moderación y por los instintos.

Cada vez que alguien en concreto decide poner fin a la vida de otro, eso es pasar el límite. Es una violencia imbécil de un poderoso sobre alguien que está débil, creyéndose llamado a ser igual o superior a lo divino.

Quien hace el mal presenta siempre buenas razones para hacerlo.


La arrogancia estúpida es señal de tragedia inevitable.

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