A principios de febrero comenzó
el nuevo plazo para poder solicitar el salario social, tras una larga espera de
seis meses. Iba tan contento mi amigo, porque de nuevo podría disponer de algún
dinero para su mantenimiento, pero sobre todo para entregar una parte de lo que
cobra a quien le ayuda ahora a mantenerse, como prueba de agradecimiento.
Pero, le faltaba un documento, un
certificado de que no recibía ninguna prestación económica. Intentó que se lo
facilitaran en el SEPE una vez, y le dijeron que no podían facilitárselo, y le
aconsejaron que pidiera una clave universal, en la oficina
del DNI, con la que podría solicitar
cualquier documento que necesitara en el futuro. Ese mismo día fue a solicitar
la clave, pero no funcionaban las conexiones o la máquina. Acudió a la
trabajadora para informarle del percance, y esta le dijo que cuando tuviera
dicho certificado lo entregara al portero.
Pidió cita de nuevo a la oficina
del SEPE, y tampoco obtiene respuesta alguna pero en este caso es porque ni
siquiera figuraba en la lista de citas del día... aunque había solicitado
debidamente dicha cita en la oficina de cáritas para personas sin hogar... De
nuevo pide la cita en la misma oficina de cáritas, con la ayuda del trabajador
social.
Yo mismo lo acompañé esta vez a
la oficina, y llevábamos una copia, en papel, de la cita con el dia y la hora,
por si a caso. Esta vez nos atendió una funcionaria más amable, informándonos
de cómo podíamos obtener la clave, y
además nos facilitó un teléfono para pedir dicho certificado de manera urgente,
y que se lo enviaran a casa.
Esperó unos días y recibió el
certificado. Fue a entregarlo al portero del Centro Hermana Cristina, que está en el otro extremo de la ciudad
donde él vive, como había quedado con la trabajadora. Pero... ¡llegó tarde!,
ahora habían caducado otros documentos. El portero no se hace cargo del
certificado, sino que le devuelve todos
los documentos para que volviera con ellos cuando consiguiera ponerlos al
día...
Ya podéis imaginaros, pacientes
lectores, si habéis sido capaces de llegar aquí, y no habéis saltado de
vuestros asientos, levantado los puños, o golpeado la mesa con ellos, cómo le
pudo sentar a mi amigo tanto ajetreo para volver al punto de partida, sin un
duro en el bolsillo, sin poder coger el autobús, sin nadie que le echara una
mano para evitar tener que volver.
Antes de abandonar el edificio le
pidió al funcionario, que tiene un ordenador bien conectado, que le hiciera el
favor de entrar en la página donde solicitar de nuevo el documento que le
faltaba, para así no tener que volver a repetir tan ingrato y largo paseo al
día siguiente, pero le respondió:
¡sácatelo tu mismo! Pero, mientras regresaba, dando vueltas al tema y pensando
en la forma de evitar tener que volver, se le ocurre entrar en una copistería y
pedirle que le saque en su ordenador una copia del certificado, pagándosela,
claro está. Obtuvo la misma respuesta que eso no podía hacerlo allí, que solo
tenía acceso a algunas páginas, a esa no...
Así que llegó otra vez a la
oficina de cáritas, para personas sin hogar, donde colabora de voluntario
también, y el trabajador le sacó el certificado del lío, para que mañana pueda
volver a empezar.
Y aquí el cuento debe acabar...
pero eso, ¡ya se verá!
Moraleja: Quizá algún día
lleguemos a disponer de la ‘ventanilla única’, con funcionarios eficientes al
cien por cien a su cargo, con capacidad y ganas de acceder a todos nuestros
datos, que celosamente guarda el Estado; de ese modo ya no seremos los
ciudadanos los que tengamos que ‘currarnos’ cada documento que el mismo Estado nos
concede y aprueba, cuando queramos ‘disfrutar’ alguna ayuda o servicio del
mismo Estado, que previamente nos ha clasificado según nuestra contribución, nuestro
estado civil, nuestra situación económica... ¿¡Para qué tanto trajín!?, ¿¡o es
que quieren en verdad probarnos, o volvernos locos!? No acierto a ver, ni
sospecho siquiera, cuál puede ser esa perversa intención, que sin duda se
desprende de semejantes ‘torturas’ o tácticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario