miércoles, 29 de marzo de 2017

Miedo al abismo


 Santiago Trancón





He tenido un fin de semana muy social, con contactos variados, amigos, conocidos y desconocidos. Sin proponerlo, de modo espontáneo, en todas las conversaciones ha surgido el tema de la situación nacional, qué está pasando en nuestro país, hacia dónde vamos. La mayoría no lo ha dudado: vamos hacia el abismo. Me sorprendió esta opinión común de gente políticamente diversa. Esta estadística doméstica no tiene validez científica, claro, no es más que una pequeña muestra del estado de ánimo de personas preocupadas por lo que está (y nos está) pasando.

Es difícil encontrar argumentos objetivos para contrarrestar o atenuar este pesimismo radical, que acaba apelando a una especie de déficit genético, de atavismo recurrente o maldición cíclica. ¿Somos incapaces de persistir en el buen camino, de mantener cierta estabilidad, de dotarnos de estructuras sólidas que aseguren nuestra paz y convivencia? Desde las guerras carlistas parece una ley histórica que avanzamos a tumbos y que, cada cierto tiempo, es inevitable una crisis total que pone todo cabeza abajo. ¿Fatalismo?

Confieso que me asaltan las mismas dudas, que no acierto a encontrar una explicación convincente para explicar el devenir de los hechos y el ‘malvenir’ (del francés) de las personas. Es difícil discernir entre las causas objetivas y la irracionalidad subjetiva, entre lo incontrolable de los acontecimientos y la ceguera de las conductas. De entre todas las posibles salidas, yo soy de los que no soportan la inmovilidad, la indefensión asumida, la resignación o la aceptación de la derrota anticipada. Hoy muchos españoles están cayendo en esta tentación, que se manifiesta de diversas maneras, desde el que despotrica contra la política y los políticos y se refugia en la antipolítica, como si con eso se librara de la política, a los que sólo confían en el sálvese quien pueda, pensando que ellos sí se van a salvar, protegidos por su cuenta bancaria, sus negocios, su pensión, el supermercado de al lado o la cervecita de las tardes con los amigos.

Freud explicó bien los mecanismos que nos llevan a la negación de la realidad, la evasión, la perversión o la sublimación. En gran parte, lo que parece claro en la conducta individual puede aplicarse al comportamiento colectivo. Hoy muchos se niegan a aceptar el principio de realidad (entiéndase, nuestra realidad económica, social y política) y prefieren, o creer en mitos evasivos y futuros idealizados (el independentismo), en revoluciones pendientes (el podemismo vive de ello), o en teorías tranquilizadoras que encubren el miedo y la cobardía, como las que profesa gran parte de los políticos que tratan de alarmistas a quienes venimos advirtiendo desde hace mucho que el abismo existe, que nadie está libre de caer en él, y menos un pueblo que lo ha conocido y que, de modo perverso y compulsivo, siente cierta atracción por él.

No hablamos de fatalidad genética, sino de ceguera compartida, de irresponsabilidad e incapacidad para detectar los síntomas de una catástrofe ya visible y profusamente anunciada. El Estado democrático, por ejemplo, ya ha desaparecido de Cataluña, mientras avanza de modo imparable el establecimiento de un régimen totalitario, cuyo elemento de cohesión y justificación es el odio y el rechazo a España y a todo lo que se identifique como español. La mayoría de los políticos (y los jueces, y los empresarios, entre otros), sin embargo, se niegan a aceptarlo, banalizando el mal, insistiendo en que ‘eso’ (lo reprimido, lo temido, la ruptura, el desmoronamiento del Estado) no es posible. El mayor propagador de este discurso evasivo y claudicante es el gobierno de Rajoy, responsable de adormecer a los españoles y hacerles creer que lo de Catañluña no les afecta y que, mientras él sea presidente, no pasará nada. ¿Se cree eterno? Llamémosle cobardía delirante.

Pues sí pasará y sí nos afectará, en todo y a todos. Porque es imposible separar los problemas de Cataluña de los problemas del País Vasco, de Galicia y del resto de España. Y quien crea que esta ruptura del orden constitucional ya iniciada, y todas las consecuencias económicas, políticas y sociales que se derivarán (que se han derivado y se están derivando); que todo esto no le afecta, que podrá seguir viviendo como vive, disponiendo y disfrutando de todo lo que ahora dispone (ese consumo anestesiante), verá pronto que los alarmistas no éramos más que observadores imparciales de lo que nos rodea. Que lo que ahora es una minoría que ya siente el rumor del abismo no es más que la reacción de esos animales que presienten la llegada del tsunami. Estamos fabricando un ola propia, con nuestros errores y desvaríos, a la que puede unirse una ola mayor, la de una Europa confusa dentro de un mundo inestable, sacudido por movimientos tectónicos imprevisibles.

Se repiten los síntomas de los años 30 y nadie puede asegurar que no se repita lo que vino después. El ciclo se adelanta un poco, porque la historia se acelera. Malos tiempos para la lírica de los irenistas.


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Al encontrar este artículo, que aporta con tanta claridad lo que tanto me cuesta hacer entender a mi alrededor, salvo honrosas excepciones, me permito reproducirlo en este humilde blog, para que cada uno saque sus propias conclusiones, y sobre todo le sea útil para conducirse en esta sociedad tan compleja, disparatada, y a veces tan mal educada... No es que me alegre, ¡por Dios!, pero creo que ‘el que avisa no es traidor’. Además, está tan bien escrito, que es un placer leerlo, y es perfectamente recomendable su lectura, para que nadie se llame a engaño después. Se engaña el que quiere, que ya somos mayorcitos. OM

lunes, 27 de marzo de 2017

El cuento de nunca acabar...


A principios de febrero comenzó el nuevo plazo para poder solicitar el salario social, tras una larga espera de seis meses. Iba tan contento mi amigo, porque de nuevo podría disponer de algún dinero para su mantenimiento, pero sobre todo para entregar una parte de lo que cobra a quien le ayuda ahora a mantenerse, como prueba de agradecimiento.

Pero, le faltaba un documento, un certificado de que no recibía ninguna prestación económica. Intentó que se lo facilitaran en el SEPE una vez, y le dijeron que no podían facilitárselo, y le aconsejaron  que  pidiera una clave universal, en la oficina del DNI,  con la que podría solicitar cualquier documento que necesitara en el futuro. Ese mismo día fue a solicitar la clave, pero no funcionaban las conexiones o la máquina. Acudió a la trabajadora para informarle del percance, y esta le dijo que cuando tuviera dicho certificado lo entregara al portero.

Pidió cita de nuevo a la oficina del SEPE, y tampoco obtiene respuesta alguna pero en este caso es porque ni siquiera figuraba en la lista de citas del día... aunque había solicitado debidamente dicha cita en la oficina de cáritas para personas sin hogar... De nuevo pide la cita en la misma oficina de cáritas, con la ayuda del trabajador social.

Yo mismo lo acompañé esta vez a la oficina, y llevábamos una copia, en papel, de la cita con el dia y la hora, por si a caso. Esta vez nos atendió una funcionaria más amable, informándonos de  cómo podíamos obtener la clave, y además nos facilitó un teléfono para pedir dicho certificado de manera urgente, y que se lo enviaran a casa.

Esperó unos días y recibió el certificado. Fue a entregarlo al portero del Centro Hermana Cristina,  que está en el otro extremo de la ciudad donde él vive, como había quedado con la trabajadora. Pero... ¡llegó tarde!, ahora habían caducado otros documentos. El portero no se hace cargo del certificado, sino que  le devuelve todos los documentos para que volviera con ellos cuando consiguiera ponerlos al día...

Ya podéis imaginaros, pacientes lectores, si habéis sido capaces de llegar aquí, y no habéis saltado de vuestros asientos, levantado los puños, o golpeado la mesa con ellos, cómo le pudo sentar a mi amigo tanto ajetreo para volver al punto de partida, sin un duro en el bolsillo, sin poder coger el autobús, sin nadie que le echara una mano para evitar tener que volver.

Antes de abandonar el edificio le pidió al funcionario, que tiene un ordenador bien conectado, que le hiciera el favor de entrar en la página donde solicitar de nuevo el documento que le faltaba, para así no tener que volver a repetir tan ingrato y largo paseo al día siguiente,  pero le respondió: ¡sácatelo tu mismo! Pero, mientras regresaba, dando vueltas al tema y pensando en la forma de evitar tener que volver, se le ocurre entrar en una copistería y pedirle que le saque en su ordenador una copia del certificado, pagándosela, claro está. Obtuvo la misma respuesta que eso no podía hacerlo allí, que solo tenía acceso a algunas páginas, a esa no...

Así que llegó otra vez a la oficina de cáritas, para personas sin hogar, donde colabora de voluntario también, y el trabajador le sacó el certificado del lío, para que mañana pueda volver a empezar.
Y aquí el cuento debe acabar... pero eso, ¡ya se verá!


Moraleja: Quizá algún día lleguemos a disponer de la ‘ventanilla única’, con funcionarios eficientes al cien por cien a su cargo, con capacidad y ganas de acceder a todos nuestros datos, que celosamente guarda el Estado; de ese modo ya no seremos los ciudadanos los que tengamos que ‘currarnos’ cada documento que el mismo Estado nos concede y aprueba, cuando queramos ‘disfrutar’ alguna ayuda o servicio del mismo Estado, que previamente nos ha clasificado según nuestra contribución, nuestro estado civil, nuestra situación económica... ¿¡Para qué tanto trajín!?, ¿¡o es que quieren en verdad probarnos, o  volvernos locos!? No acierto a ver, ni sospecho siquiera, cuál puede ser esa perversa intención, que sin duda se desprende de semejantes ‘torturas’ o tácticas.

jueves, 23 de marzo de 2017

¿Qué futuro nos espera, instalados como estamos en la crisis?



 Por Daniel Medina Sierra



Desde el inicio de la crisis económica allá en el 2005 hasta nuestros días, el mundo que conocíamos hasta entonces se fue desvaneciendo como si todo hubiera sido un espejismo.Esos años de prosperidad, de esperanzas, de proyectos e ilusiones se ha convertido en un amasijo de sueños rotos y un gran sentimiento de fracaso personal.No queda más que pobreza, indefensión, oscuridad y cualquier perspectiva de futuro alentador.



¿Qué futuro nos queda? el bueno es el malo y el malo es el bueno, esta es la filosofía de esta era oscura. En esta película los buenos no ganan, no presagia final feliz en la vida de un excluido social, no importa lo que hagas, lo que hiciste o lo que harás; quedas marcado para siempre.

La pobreza se trata como un negocio muy lucrativo, se destina mucho dinero en pequeños gestos de solidaridad, bono social, reparto de alimentos, ayudas económicas puntuales.. pero no se consigue mucho más.


Consiguen  una sociedad sumisa, con preocupaciones básicas como comer todos los días, buscar un lugar donde cobijarse.. pura supervivencia. Mientras el país se desmorona, los malos, ( ahora  los buenos) campan a sus anchas, nos dividen, nos roban, nos confunden con distintos verdugos a quien echar las culpas de nuestra difícil situación. Si salimos a la calle y preguntamos al azar a las personas que nos encontramos de quienes o de quien es la culpa de esta crisis, cada uno de ellos/ llas te señalará a un culpable distinto.

Puede ser el PP, PSOE, PODEMOS, CUP...bancos, multinacionales, la Unión Europea, Merkel...
Vuelvo a lo de antes, mucho dinero destinado a necesidades básicas que apenas las cubre. ¿Por qué no se destina dinero para la formación, subvencionada con una pequeña ayuda económica, trabajos sociales, oportunidades de formarte profesionalmente?Trabajo señores, trabajo.

Cuando asistí al curso para ser voluntario recordé una pequeña frase hoy ya muy usada: 'No le des peces, enséñale a pescar'. No hay manera más eficaz de reinsertar a una persona que pueda ser mejor que sentirse útil de nuevo, ¿tan difícil es entenderlo?No queremos ayudas, no queremos compasión. Queremos lo que todos quieren, vivir en paz, sin miedo,, intentar ser felices, vivir de nuestro trabajo, pagar nuestras facturas... no es tan complicado entenderlo.

lunes, 20 de marzo de 2017

Atención deficiente y desafiante...


Es un clamor popular ‘lo mal que se está atendiendo a los usuarios o demandantes en cualquier oficina pública’. En la ‘ventanilla’, mesa o mostrador, ya ante el funcionario o profesional que esté al frente, te puede decir, para empezar, que tú no estás en la lista, y si estuvieras, sigue diciendo: que te falta un requisito, un certificado, que lo mejor es que lo solicites por internet, que mejor que pidas una clave que te permitirá acceder a todos los certificados que necesites...

Te puede decir todo esto, y aún más, pero lo que no va a hacer, él o ella, que tiene un buen ordenador delante, y dispone de todos los datos necesarios,  es gestionarte el documento y facilitártelo, para evitar que tú te equivoques en algún punto del formulario, y así no te arriesgues a perder el derecho a cualquier solicitud que necesites. Lo más seguro es que tendrás que pedir a un amigo que tenga ordenador que te haga ese favor, o vas a una oficina pública, si tienes un euro para pagar el turno de uso de ordenador. En fin, que a pesar de los numerosos impuestos que cobra el Estado, es el ciudadano el que tiene que arreglárselas para conseguir los certificados y documentos que le permitan obtener algún tipo de ayuda, y que en caso de estar en paro, supone un agravante, no siempre fácil de solucionar. O vas a cáritas, si eres un excluido social, para que el trabajador social te eche una mano.

Cada vez somos más los que coincidimos en pensar que lo que pretenden es ‘volvernos locos’, además de que estas prácticas suponen un  retraso en la concesión de ayudas, cuando no la pérdida de las misma por cualquier descuido, aunque sea involuntario o por ignorancia informática; a la vez que controlan el número de personas presentes en la oficina, evitando posibles altercados...

 ‘Quieren volvernos locos’, repetíamos esta frase poco antes de abandonar la oficina, al tiempo que llegaba un sintecho, para tomarse un café y recobrar fuerzas para llegar a comer al comedor social. Al escuchar esas palabras, manifiesta estar totalmente de acuerdo, y entablamos una precipitada conversación, mientras tomaba el café. Duró poco, porque se echaba encima la hora ineludible de ir al comedor social... Era un  hombre joven, fuerte, cargado con su enorme y pesada mochila, que manejaba con soltura. Luego supimos que era masajista de profesión, allá en Crimea. Y por lo que decía, estaba bastante informado en temas de ciencia y tecnología, de la invención de nuevos materiales, y de la rivalidad entre Rusia y EEUU.

¡Y nosotros aquí hablando de estos ‘problemillas’, de pobres hombres, con el ritmo que ha cogido el Progreso, tan acelerado y veloz, que va perdiendo humanidad a chorros...!

domingo, 19 de marzo de 2017

Una buena noticia, buenísima.


Hoy quiero destacar una buena noticia, buenísima, que responde a una vieja demanda, y que, por las dificultades que entraña una solución como esta, merece ser destacada, como reconocimiento a quienes llevan a cabo tan encomiable iniciativa, y para que sirva como ejemplo a seguir.

Hace escasos días escribía en este mismo blog, en  ‘Transferencia de afecto’: Todo esto que he escrito es para tratar de encontrar una explicación al aumento de personas sin hogar que padecen algún trastorno mental de consideración...De veras que conmueve ver a una persona enajenada a merced de lo que le dicte su propia mente. Son los más difíciles de atender, porque no contamos con los medios necesarios, no podemos encaminarlos a ningún centro adecuado, dar parte a alguna institución que se hiciera cargo, ni a la misma policía...”

Pues hoy mismo me llega, a través del facebook, la siguiente noticia: “Barcelona abre el primer albergue para sintecho especializado en salud mental”, en, http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/barcelona-abre-primer-albergue-para-sintecho-especializado-salud-mental-588120.

La verdad es que esta noticia contribuye en gran manera a mantener la esperanza en el género humano, en medio de esta crisis tan compleja y terca, y que parece empeñada en una revolución de conceptos y realidades, pero que no acierta a abrirse camino hacia alguna meta más segura. Hechos como este demuestran que la realidad se puede cambiar, por lo que hay esperanza de mejora, supone un señuelo firme en la buena dirección. 

Enhorabuena, y gracias,  a quienes han llevado a cabo esta iniciativa, y a todos los que colaboran en la misma, que sus esfuerzos obtengan los mejores resultados.


miércoles, 15 de marzo de 2017

Los sueños vencen los dolores


OPINIÓN DE JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

Hay quien, despierto, presiente el nacimiento del sol mientras todos los demás duermen. Hay quien duerme solo para que su cuerpo y espíritu puedan descansar de la guerra que es su vida. El alma se libra de las prisiones a que, muchas veces, la injusticias la condenan.

El mundo es duro. Muchos son los que desisten y nos dejan solos buscando lo siguiente de la existencia, ellos prefieren contentarse con el momento... nosotros queremos la vida. Al final, quien se contenta con lo mínimo, no merece más.

Los sueños son pedazos de eternidad. Viajes entre los futuros posibles. Mañanas  los cuales la voluntad ansía. Lo peor de los sueños es que todos los tenemos... la diferencia entre la alegría y la tristeza no está en el hecho de si se ha o no soñado... sino en lo que se hizo en concreto para cambiar la vida para mejor.

Decisiones difíciles y arriesgadas. Esperar a pesar de la desesperanza, mantener la fe contra las evidencias, luchar incluso cuando vencer parece imposible.

¿Cómo se vence el sufrimiento? Con las obras que nos elevan.

Los sueños nos indican el destino, pero son nuestras manos las que deben construir los caminos que nos llevan al cielo, eso mismo, que algunos ni sueñan que existe siquiera. Y la felicidad es el viaje, no el destino...

Es de los suelos más podridos, donde la vida y la muerte se mezclan, de donde nacen las flores más bellas.

Son los sueños los que vencen los dolores... por la fuerza que dan a los soñadores.

No basta despertar y salir del sueño, importa despertar... tener conciencia de lo que se es y de lo que se quiere ser, a fin de  perfeccionarnos con acciones concretas,  renunciar a lo peor y aferrarse a lo mejor, con decisiones que chocan con nuestro orgullo.

El amor no se deja soñar, es una fuerza en marcha... un sueño de alguien –que es siempre otro-  y un sueño es siempre una verdad que solo se comprende en el día en que se realiza.


(ilustração de Carlos Ribeiro)


jueves, 9 de marzo de 2017

El trabajo dignifica al hombre.


Cristina Jiménez,

Partiendo de esta base, destacamos la importancia que juega en nuestras vidas y en la sociedad. Con su cumplimiento nos sentimos útiles y solventamos las necesidades diarias que generan las responsabilidades. No importa la misión que te encomienden para ganarte tu jornal, siempre y cuando ésta no degenere en humillación o esclavismo.

Hay quien decidió ir más allá, tomó al toro por los cuernos, hincó los codos y se quemó las pestañas para alcanzar sus sueños profesionales. Hay quien hizo de su hobby, su fuente de ingreso. El visionario emprendedor que hace de su negocio su mayor orgullo. Y los obreros, importantísimo motor laboral. Todos somos piezas claves en el engranaje de una maquinaria llamada MUNDO. Las diferencias peyorativas son propias de mentes cortas y llenas de prejuicios.

Buenos días, este escrito es lo que me sugiere el trabajo del General del Verbo Divino en Filipinas y de todos los misioneros, llevando el mensaje de igualdad y necesidad de unos y otros para que el mundo funcione y la diferencia con el presidente de Estados Unidos y su política.

http://www.misionerosverbodivino.com/tag/cristina-jimenez-suarez

martes, 7 de marzo de 2017

Trasferencia de afecto.


Una gran ola de afecto se desplaza desde los seres humanos a los animales. No sé, se me ocurrió esta
idea, así, sin pensar mucho, a la hora de la siesta, como un espejismo producido por una digestión más o menos pesada. Luego pensé que no era tal, que podía tener algún sentido. Incluso me da la sensación de que ellos, los animales, especialmente los perros, nos miran con enorme simpatía, y empatía incluso; entienden nuestros problemas y se esfuerzan en darnos lo mejor de sí mismos, que, sin duda es mucho. No en vano el facebook, ese cajón desastre, está lleno de  imágenes de la naturaleza, de flora y fauna. Yo admito que me gustan y cada vez añado más páginas de naturaleza, para compensar las desalentadoras noticias producidas por los humanos.
 Es cierto, los humanos, cada vez, nos distanciamos más y más unos de otros, rompemos continuamente lazos que habíamos creado y nos parecían buenos. Entonces nos perdemos el respeto también, para justificar nuestra propia mediocridad; pero así también nos humillamos, unos a otros, no nos reconocemos ni el menor valor. Pero si la sociedad se compone de los individuos que la
forman, esta sociedad se resiente forzosamente, hace aguas por miles de orificios, miles y miles de poros. Entonces el egoísmo tiene el campo libre, y crece, y se robustece mientras se ensoberbece, convirtiéndose en un peligro para sí y para los demás, de tanto como acaparara,  no parará hasta que reviente por algún lado...

Pero como no podemos dejar de ser humanos, y además algo tenemos de animales, nos refugiamos en ellos y apreciamos sus enormes cualidades humanas, las que quisiéramos en nuestros semejantes: su fidelidad, su constancia, su paciencia, su alegría espontánea, sin malicia alguna; que están pendientes de nosotros y se adelantan a nuestros deseos... en fin, cualidades que quisiéramos en los que tenemos al lado, aunque a nosotros mismos nos cueste llevarlas a la práctica con los demás. Casi siempre
dejamos que la iniciativa parta del otro.

Cuántas y cuáles sean las causas de tan tremenda y fatal situación, serían demasiadas, llevaría mucho tiempo enumerarlas, no digamos analizarlas...  Pero a mí, cada vez, me salen menos, las puedo reducir a unas pocas, pero la principal considero que es el haber desplazado a Dios del centro de nuestras vidas, incluso lo hemos abandonado colectivamente, y también sus mandamientos; eso es lo que nos distancia de los hermanos, los semejantes, pues todos somos sus hijos, queramos que no. Y por eso insistimos más en los derechos que en el amor. Pero, ¿Cómo podremos exigir a nadie lo que no somos capaces de dar, si eliminamos el Modelo más humano, más noble, más generoso? Sustituir a Dios, que se hace semejante al hombre para dar la vida por él, por un mundo sin Dios, o sea, endiosar al hombre, es lo que puede llevar a algunos a creerse dios, como Nerón o Calígula, u otros más recientes. En el pecado llevamos la penitencia...

Tan malo es que el ser humano sufra una perdida tan grande de afecto, de respeto, de empatía por sus
semejantes, que muchos no superan el infierno en el que caen, pierden el control de sus mentes, vagan por las calles creyéndose los personajes que su imaginación descontrolada les asigne, con arreglo a lo que cada uno haya cultivado en su vida pasada, precisamente para poder defenderse de ella, para superarla. Entabla una lucha atroz, hasta que, o bien logre el reencuentro consigo mismo en una realidad nueva, aún por desarrollar, y donde, con humildad e ilusión, comenzará a dar los primeros pasos..., o bien caerá en una enajenación completa, vagando y viviendo a merced de la ‘suerte’, de la caridad de quien se digne mirarlo al menos.

Todo esto que he escrito es para tratar de encontrar una explicación al aumento de personas sin hogar
que padecen algún trastorno mental de consideración. Son cada día más los que acuden pidiendo ayuda al trabajador social, que en muchos casos, si se les diera, no serían capaces de administrarla en su favor. De veras que conmueve ver a una persona enajenada a merced de lo que le dicte su propia mente. Son los más difíciles de atender, porque no contamos con los medios necesarios, no podemos encaminarlos a ningún centro adecuado, dar parte a alguna institución que se hiciera cargo, ni a la misma policía...


Nadie quiere saber nada. Ahí van, sucios y malolientes, un blanco frecuente para el desprecio, al que
dirigirle un caudal, no de agua, sino de palabras gruesas, ofensivas... para ensuciarlo más, para humillarlo más. No nos avergonzamos de una sociedad que consiente que algunos de sus miembros sufran una marginación total, y no pone a disposición de los necesitados los medios materiales y humanos, especializados, fruto del desarrollo adquirido por el esfuerzo de generaciones, alentadas siempre por el ideal de mejora permanente y al servicio del bien común, del progreso para todos.

viernes, 3 de marzo de 2017

Una triste historia, repetida.


‘El exceso de ocio es la madre de todos los vicios’. Muchas veces he repetido esta frase, para dar una explicación a las ‘tonterías’, o cosas aún peores, que pueden llegar a hacer algunas personas que no tienen ‘nada que hacer’ un día detrás de otro, una hora tras otra, tengan o no trabajo.

Digo lo anterior para introducir la confesión que me hacía esta mañana una persona,  que estaba ‘aburrida’ de no hacer nada. Después de haber pasado veinte años en cárcel,  sujeto a una disciplina al menos, ahora se encuentra desorientado, sin ‘nada qué hacer’, sin poder ocupar su tiempo en algo útil y provechoso para él y para los demás, pudiendo así completar satisfactoriamente  la remisión de sus faltas o crímenes; pero se encuentra sin ninguna protección frente al propio desánimo, el anonimato en medio de una sociedad ocupada en sus cosas, y que en su mayoría muestra poco o nulo interés por lo ajeno; aprisionado ahora en el paro más inmisericorde que se haya dado en esta sociedad del bienestar; en definitiva, sin futuro a la vista...

Me decía, ya en el calor de la conversación, en la confianza que se había ganado, que estaba deseando ir a L. porque un compañero que estaba trabajando allí  lo iba a colocar de ayudante de cocina, pero no sabía cómo ir, si le ayudarían con el billete. Tenía cambios de humor y, de pronto, mirándome a los ojos, haciendo hincapié en que, lo que me iba a decir podría parecerme raro, incluso mal, me dijo: ‘a veces siento unas ganas enormes de cometer alguna tontería, pegarle a un guardia, para volver a la cárcel...’ Quizá le tranquilizó el que yo le dijera que no era la primera vez que escuchaba más o menos las mismas palabras, que no era el primero, ni sería el último, pero que eso pasaría.

Todo esto podía resultar ‘de lo más normal’, en una oficina como esta, para personas sin hogar, los que se ven fuera de sus hogares por la imposibilidad de mantener una convivencia entre la pareja, entre padres e hijos; sea porque se ven en la más absoluta soledad, nadie le espera al salir de la cárcel, ni familiares ni amigos;  o, como en este y otros casos, porque no quieren ‘molestar’ a su familia, hermanos o hermanas, tíos, etc. El único recurso que les queda es la calle, o conseguir alojamiento en algún albergue, y en otro, y en otro...

Aquí no termina esta triste historia. Ayer me decía estas cosas, hoy, nada más llegar a la oficina me aborda antes de terminar el saludo de los ‘buenos días’, me habla muy bajito, me coge por el brazo y me lleva afuera, para que no lo oigan,  para decirme que necesita ayuda para ir a otra localidad, que no era L., a donde quiere ir a trabajar. Como lo vi asustado, preocupado, indefenso, (hablando después con compañeros me salió la expresión ‘parecía un perrillo apaleado’) y a mí me coge en mala situación financiera, acudí a mi compañero para entre los dos, ayudarle a sacar billete, a una localidad próxima.

¡Pero, qué le ha ocurrido a este hombre para que  tenga que irse tan de repente! Pues que esta noche, en medio del insomnio, a las cuatro de la madrugada, fue al servicio en el albergue que lo había acogido, y como el vigilante notó que salía olor a tabaco del servicio, lo culpó a él y lo expulso, inmediatamente. Él dice que no había fumado.

Yo no sé si fumó o no. Pero lo que sí sé es que la situación anímica de esta persona, el enorme estrés que padece, le puede llevar, ¡qué menos!, que a querer fumarse un pitillo y calmar la ansiedad que lo consume. Mejor eso que pegarle al guarda o a quien fuera.

De aquí, pasamos a arreglar otro poco la sociedad y la nación, y no nos cabe en la cabeza que hablen de reinserción, sin poner los medios necesarios para que el reencuentro con la sociedad, no asuste a las personas, y las obligue a ponerse en guardia. Yo imagino que esta persona, al haber pasado veinte años en la cárcel no puede asimilar los cambios que se han producido.

Tengo un hermano que ha padecido mucho, entre otras cosas perdió la memoria completamente, hasta el punto de no conocer a la mujer con quien vive... Después de muchos años, con gran paciencia, va recuperando memoria, y me dice que es una tortura no conocer a nadie, no recordar nada; pero sobre todo me decía, muy preocupado: ‘ ¡cómo ha cambiado todo, no entiendo nada! ¡No sé ni manejar un transistor, ni una cámara de fotos (él era un gran fotógrafo), no tienen nada que ver con la yo tengo; ya no se usan carretes...!’ ¿Pero, qué ha pasado? La realidad que va encontrando no casa con la que él vivía antes del ataque y eso le causa verdadera angustia, en ocasiones también sé que no quería seguir viviendo.


Gracias a Dios, él cuenta con una gran ayuda, y con medios para vivir... Pero, ¡¿Cómo se recupera una persona, en plenas facultades físicas, sin medios para ser autónomo, para desarrollar sus aptitudes intelectuales, laborales, sociales...?!