La felicidad
depende mucho de nuestras elecciones interiores. Escoger bien es escoger el
bien, a pesar de que ello implique dejar fuera otras buenas hipótesis. Tan
importante como escoger entre el bien y el mal es aprender a optar entre varios
bienes.
El que hace su
camino en verdad y lo recorre con paz es feliz. A pesar de todos los
sufrimientos, dolores y tristezas que lo envuelven. Es feliz porque la
felicidad no es una alegría aparente, sino algo que se siembra, florece y
fructifica en lo más hondo del corazón. La felicidad mora ahí, donde los ojos
de poco nos sirven. ¡La verdad susurra, por eso casi siempre una elección
excelente es cerrar los ojos para escuchar mejor!
Hay quien
prefiere vivir a fingir. ¡Con medo de ser frágil y pequeño, como si fuese el
único que lo es! Todos somo más débiles de lo que parecemos. Nuestro coraje
para ser mejores y más fuertes se alimenta de la humildad de aceptar nuestras
cobardías y flaquezas.
En teoría, es
sencillo: primero, distinguir la verdad de las apariencias y, después, escoger
la verdad.
Las
infelicidades más profundas son las de quien, habiendo escogido mal, no se
arrepiente y/o no se perdona. Como si no
hubiese espacio ni tiempo para arrepentirse. Ahora bien, la existencia humana
se vive en este tiempo pasajero, pero también lo es en la eternidad, de la cual
este periodo pasajero forma parte. Así, la perspectiva de la verdad es
muchísimo mayor que la de las apariencias. Nada de lo que importa se agota aquí
y ahora.
Para muchos,
que haya más vida es casi una mala noticia, en la medida en que los obliga a
repensar sus elecciones y criterios. A asumir y corregir errores del pasado,
que se arrastran y los persigue, porqué, al final, nunca dejaron de ser importantes.
La verdad de la vida también nos obliga a reflexionar sobre lo que debemos
querer y hacer hoy mismo, no en orden a lo inmediato, sino a largo plazo…
Hoy recogemos
lo hemos sembrado hace mucho, por eso importa que seamos capaces de escoger los
caminos que nos llevan más lejos y más alto. Una cosa es cierta: no son los más
fáciles.
Los males
habitan en las apariencias, con promesas de pasión a corto plazo. La verdad es
la casa del bien, de donde se puede sentir la brisa de un amor sin fin.
https://agencia.ecclesia.pt/…/o-mal-seduz-com-as-aparencias/
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