sábado, 25 de julio de 2020

¡No impongas lo que dices, no desaproveches lo que oyes!



José Luís Nunes Martins


Estamos errados muchas más veces de las que creemos, imponemos nuestros engaños con tenacidad y desacreditamos la verdad que alguien nos dice.

Los otros no están siempre errados. Llegan, a veces, a vernos mejor que nosotros mismos. ¡Escúchalos hasta el final, antes de pensar siquiera en criticarlos puede ser una excelente forma de saber más sobre quienes somos y, de forma indirecta, sobre quien son ellos!

¡Hay personas que se revelan en pocas palabras, pero solo para quien está muy atento! ¡El que habla mucho, siempre dice más de lo que quería! Interrumpir a la primera oportunidad es una mala estrategia, porque si, por un lado, podemos estar precipitándonos, por otro, eso va a impedirnos ver más y mejor. ¡Cinco minutos con la boca cerrada y el pensamiento atento pueden darnos más que horas de interrogatorio y que años de estudio!

Una palabra más, por más que nos duela, debe abrirnos los ojos sobre quien la dice, a fin de encontrar su por qué. Muchas veces, son espinas antiguas que trae clavadas la carne. Una simple palabra puede durar poco y valer mucho.

Todos vemos todo a partir de lo que somos. Y cada uno de nosotros es diferente de los otros. Intentar comparar dos personas es un disparate y una pérdida de tiempo. Somos únicos y es en esa autenticidad donde reside nuestro valor. Pero siendo limitados, necesitamos de los otros para alargar la verdad sobre el mundo.

No te precipites, escucha primero y bien, antes de comenzar a pensar en lo que puedes decir a continuación. Porque, la mayoría de las veces, el silencio es la mejor respuesta.

No expliques demasiado ni busques explicaciones profundas. Cuanto más se explica más lejos de la verdad se queda.


https://agencia.ecclesia.pt/…/nao-imponhas-o-que-dizes-nao…/

domingo, 19 de julio de 2020

Si el mundo se acabara mañana…



 José Luís Nunes Martins



Tal ves tenga todavía loa oportunidad de preguntarme sobre lo que anduve haciendo durante tanto tiempo. Por qué razón fu posponiendo lo importante y preferí distraerme dedicándome a las urgencias sin valor.

¿Cuántos años perdí a la espera de que la vida me diese aquello que, siendo mío, debía haber tenido yo que conquistar?

¿Alguna vez, siquiera por un minuto, agradecí todo lo que estoy dispuesto a perder? No, claro que no. ¿Cuántas ves supuse que merecía todo lo bueno que tuve, solo por haber sufrido un poco? Las crisis exigen héroes. ¿Cuántas veces quedé esperando que otros viniesen a rescatar, como si fuese más o menos lo mismo que ellos?

¿De qué me servirán tantas colecciones de cosas como fui acumulando?

¿No fue por falta de inteligencia que temí confundir el tener con el ser? ¿Fue por falta de qué?

¿Qué puedo hacer todavía en las horas que me faltan? ¿Dar o recibir? ¿Decir lo que debía ya haber dicho, pero que aún no he sido capaz?

A toda vida llegará un momento en que la verdad nos mostrará nuestras mentiras, nuestros engaños y nuestros silencios cobardes o maliciosos…

¿De qué obras buenas he sido responsable?

¿Si muriera mañana, perderé lo que soy? No. Sé que no. No sé de donde he venido, ni hacia donde voy, pero sé, con certeza, que no soy una casualidad sin sentido. Cada uno de nosotros es mucho más que un intervalo de tiempo entre el principio y el fin de la vida en este mundo. Cada uno de nosot5os está inscrito en la eternidad.

Cuando alguien pierde todo, aún le queda Dios. Siempre. Dios es el suelo de mi alma y la más alta, distante y luminosa estrella del firmamento sobre mi cabeza. Me respeta hasta el punto de confiarme la vida – y una vida libre. Quiso que mi existencia fuese construida por mí, hasta el final… de donde me vendrá a buscar. No sé para donde.

¿Creo, cada vez que me acuesto, que la mañana siguiente me acoraré? ¿Por qué temo que la muerte si no es más que una entrega? ¿Por ser única, definitiva e irrepetible? ¿Pero es que  no es cada uno de los días único, definitivo e irrepetible?

Esta vida que vivimos aquí y ahora forma parte de otra vida mayor. Así, este mundo puede acabar mañana, pero ni el mundo es todo, ni el mañana será el fin de los tiempos…





sábado, 11 de julio de 2020

El orgullo destruye las relaciones




José Luís Nunes Martins



Si se le abriese la puerta, no es necesario mucho tiempo para que el orgullo tenga en cuenta cualquier relación. Devorándola sin que nadie se de cuenta. Llegando a un punto en que las guerras y las indiferencias se van sucediendo una tras otra. No hay paz, solo ruinas e inquietud.

El orgulloso es incapaz de salir de sí mismo y colocarse en lugar del otro, comprendiéndolo, al mismo tiempo que alimenta la falsa certeza de que él mismo tiene razón y se está convirtiendo en víctima del otro.

El orgullo es uno de los resultados de la ignorancia arrogante. Devora todo a su alrededor, incluso los méritos verdaderos. Cuando se es soberbio, no se respeta a nadie, ni tampoco a quien le hace bien.

El orgulloso es un egoísta lleno de vanidad, que solo es capaz de valorarse a sí mismo.

El orgullo no es capaz de pedir. Para quien se cree el centro del mundo, la humildad es una deshonra.

El orgullo nos eleva hasta lo alto de una montaña, para desde allí precipitarnos al abismo de la infelicidad más profunda.

En una relación cualquiera, el orgullo impide ceder y perdonar, dos momentos fundamentales al amor cada día.



https://agencia.ecclesia.pt/…/o-orgulho-destroi-as-relacoes/

domingo, 5 de julio de 2020

La depresión Mata



José Luís  Nunes Martins


La mayoría de los suicidios no se producen por voluntad propia, sino más bien por depresión en estado terminal.

Cuando se trata de una dolencia física, cualquiera que sea, consideramos que se debe a un infortunio cualquiera, ajeno a la voluntad del mismo. Con todo, cuando se trata de problemas síquicos todo cambia en nuestra evaluación. Juzgamos que se trata de algo que se debe a las decisiones individuales en función del contexto concreto, pero casi nunca consideramos que el problema no tiene relación fuerte con la voluntad de la persona.

La mente, así como el cuerpo, puede tener problemas.

Uno de los más comunes, hoy día, es la depresión. La persona queda, de forma progresiva, sin fuerza para expresarse, sin sensibilidad para dejarse impresionar. Se aparta de la vida. Como si la misma voluntad estuviese huyendo.

Es insensato culpar a alguien de tener la gripe. Del mismo modo debiera considerarse absurdo señalarle con el dedo por cualquier patología psíquica.

¿Cómo mata la depresión? Nubla el espíritu hasta el punto de que este ve en la autodestrucción el único medio para poner término a su sufrimiento, ara aliviarlo de la angustia más profunda y la desesperación más asfixiante. Nadie se quiere matar. Quiere, sí, de forma enfermiza, poner fin a un dolor que duele sin límite ni por qué.

Cuando alguien desiste de esperar el bien, deja de temer al mal.

Mientras consideremos a los deprimidos como culpables de esa condición, estaremos siendo cómplices de aquello que les devora el espíritu.

Las tristezas son una parte saludable de la vida, pero la depresión no es una tristeza.
Es posible tratar la depresión con tiempo y acompañamiento técnico

¡Malas compañías, aunque bien intencionadas, es mejor que no se acerquen, ni digan nada!

Tal vez el amor no consiga curar ninguna patología, pero a veces, hace milagros.

Ayuda estar presente y callado. Ayuda no juzgar. No culpar. Ayuda amar hasta el punto de que el otro se sienta amado. Pero nada de esto es garantía de éxito, porque se trata de una patología concreta, que puede progresar, tantas veces, de forma fulminante, hasta ser fatal.

Es importante combatir y matar la depresión. Rescatando de sus garras a todos los que fuera posible.
Atención. `Paciencia. Tiempo, tiempo y tiempo. Amando siempre a pesar de todo.



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