La vida de cada uno de nosotros no se compone solo de
tranquilidad y alegrías, sino también de muchas preocupaciones y tristezas. El
sufrimiento forma parte de la existencia. ¡Es importante saber aceptarlo como
es, y partiendo de ahí, combatirlo de forma tan fuerte y eficaz como fura
posible!
¿Cómo? Con amor.
Es muy corriente que el sufrimiento de alguien haga que
otros lo ignoren, como si se hubiese vuelto invisible. No quieren ver, no
quieren pensar eso, menos aún sentir el dolor del otro.
El que ama no aparta la mirada. El que ama está presente,
es presente. Se queda, no importan las circunstancias. Nada lo aparta de aquel
lugar que ha elegido. Allí, al lado del que ama.
Es difícil mirar a quien sufre, sí. Y aún más difícil
que no haya siquiera quien mire a aquel
a quien lo envuelve la desgracia.
¿Qué tipo de amor es ese que no lucha contra el mal?
¿Qué egoísmo es ese que aparta su mirada del sufrimiento?
Sí, es contagioso, pero compartirlo s un arma potente y pude ser el principio
de su fin. Por más absurdo que sea, el sufrimiento también une y engrandece.
¿Por qué nos apartamos de los más frágiles? ¿No somos
nosotros también frágiles? El silencio de la soledad es un grito casi insoportable.
¿Nunca lo escuchaste en ti?
La existencia también es sufrimiento. Sufrir no es morir,
es vivir y querer vivir.
El que no ama, no sufre. El que no sufre, no vive. ¿El
que no vive, que está haciendo aquí?
El dolor puede despertar una voluntad que hace de los
débiles fuertes. Si hubiera quien no apartara la mirada.
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