Mirando
nuestra vida con cierta distancia, conseguimos encontrar puntos donde nos
salimos de nuestro camino, nos apartamos de lo que nos haría felices, puntos
donde nos perdemos, porque perdemos el tiempo, desperdiciamos oportunidades,
destruimos pedazos de nuestra vida.
Andamos
con espinas clavadas en la carne, volviéndonos duros, amargados e insoportables.
Duelen, pero preferimos no hacerles frente. Por miedo. Miedo.
¿Qué hará
que todo esto sea tan frecuente en nuestra vida?
El mal
existe y no es solo un vacío o la ausencia
del bien. Busca un desvío, la división y aniquilación, por este orden.
Cuando el
amor no es fuerte, es que el mal entra en nuestra vida por las grietas, siempre
bajo la falsa apariencia del bien. Cuanto peor es el mal, más desapercibido
pasa. Cuando se nota está ya resistente y es preciso arrancarlo de raíz. La
confianza concedida una vez es suficiente para la atención permanente.
Hay
personas que, de tan centradas en sí mismas, se hacen agentes del mal, que les
promete mucho, pero nada de lo que les pueda dar las haría felices. El mal no
da, solo quita. Seduce para dominar. Los esclavos nunca son felices, menos aun
los que son esclavos del mal.
El mal es
tenaz hasta el límite. Vence, muchas veces, por cansancio. Una de las armas más fuertes contra
el mal es no cerrarse en sí mismo y compartir con los otros las causas de su
desesperación y angustia. Confesar libera.
De un mal
deriva siempre otro. ¡Y es así como se agiganta! No son los grandes infortunios
los que causan los males mayores. Son los pequeños granos de arena que se van
acumulando en el día a día y que acaban por triturar nuestros sueños, en silencio.
Solo el
tiempo y el silencio permiten ver el mal y comprender por donde anda en nuestra
vida. Es importante demorarnos en la búsqueda de los males que nos tientan y debían.
Una buena pista es que los males que, con mayor facilidad, conseguimos
identificar en los otros, son las que tenemos o ya tuvimos en nosotros.
¡Solo
cuando percibimos el mal en nosotros podemos ser mejores de lo que nunca
hayamos sido!
Enmiéndate
y perdónate. El desamor es el paraíso del mal.
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