José Luís Nunes
Martins
La educación va mucho más allá de lo que se puede y debe
aprender en la escuela. En casa, la educación no se resume al acompañamiento
del trabajo escolar. A las familias se les pide que eduquen a través del
ejemplo, que se debe resumir a la forma con que se entregan a su empleo.
La educación, en su sentido más noble y verdadero, no tiene
relación alguna con tener o no un curso superior. Sino conocer los valores, ser
bien educado y ser valioso.
El problema hoy pasa por una sociedad en la que las personas dedican casi
todo su tiempo y sus fuerzas en trabajar, para conseguir el dinero que
necesitan para vivir de aquella manera que creen que es una buena vida.
¿Pero es que el consumismo, que cada día nos seduce, no exige
que nos convenzamos de que necesitamos más de lo que es, en verdad, suficiente?
¡Hay mucha gente que incluso sería más feliz si tuviese menos!
Hay un límite mínimo de rendimiento por debajo del cual la
vida pierde su dignidad. Pero por encima de él, la infelicidad depende más de
las elecciones que del dinero disponible.
¿Es que los niños que pasan los días viendo a sus padres
dedicar todo a la profesión, como si eso fuese lo más importante, aprenderán a
ser felices? Al final, ¿Qué es más importante? ¿El trabajo o la familia? ¿La
escuela o la familia?
¡Hay incluso quien llega, cegado en su papel, a culpar a la
escuela por la mala educación de sus hijos!
¿Es que los adultos que renuncian a educar, creyendo que eso
es una obligación de las escuelas, creen que la felicidad de los hijos solo
depende del rendimiento escolar?
Nuestra sociedad no es justa, en la medida en que ni
siquiera premia a los que son mejores. ¿Por qué razón continuamos creyendo que
sí? ¿Y enseñamos a nuestros hijos que sí?
¿Cuántos de nosotros creemos que el desempleo es un justo
pantano para inútiles? Amenazamos a
nuestros hijos con la enorme desgracia que supone que los demás nos desprecien…
¡Como si las multitudes no estuviesen casi siempre equivocadas! ¡Llegamos
incluso a creer que nuestros hijos nos valoran en función del trabajo y el salario
del que somos capaces!
La educación que más importa no es la formación cultural, es
la buena educación. ¿De qué sirve tener un curso universitario para ser sencillo
y puro? De nada. Hay analfabetos que son héroes y doctorados que nos villanos. ¡La
sabiduría consiste, muchas veces, en librarse de las cosas que no tienen
significado ninguno!
A los padres corresponde cuidar y educar mediante las normas,
los ejemplos, el tiempo y la atención que dedican a sus hijos. El trabajo debe
ser un medio y nunca un fin, así como la escuela, tiene su lugar, pero no es esencial.
La verdadera alegría viene de dentro, no nos llega a través de un recibo de
vencimiento ni por medio de una clasificación final.
El mayor problema de los jóvenes de hoy parece ser su
insaciable consumismo, que los aleja de la paz y los esclaviza hasta el límite.
¿Pero es que la responsabilidad solo de
ellos?
La educación es lo que queda después de que las adversidades
del mundo nos hayan obligado a desechar nuestras superficialidades.
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