José Luís Nunes Martins
A las personas parece que le gustan mucho los fuegos de
artificio, en todo. Sin embargo, el verdadero amor es modesto en su forma, a
pesar de la fuerza en su interior.
Cada vez somos más impacientes, queremos alcanzar
nuestros fines sin demora. Nos volvemos incapaces de esperar y, menos todavía,
de sacar beneficios de cada espera. Al final, a pesar de no ser evidente, el
amor necesita tiempo, trabajando de forma recatada, pero firme, en cuanto que
admira la fe de quien lo espera con certeza y sosiego. Querer todo ahora es una
inquietud que no respeta el valor real de los sueños.
La paciencia del amor implica saber esperar, buscando las
señales sutiles de su llegada en los más ínfimos pormenores de lo que nos
rodea. Sin dejarnos perturbar cuando no vemos nada.
Cada primavera, los jardines se llenan de flores, sin que
nadie las vea llegar.
La sensatez del amor nos pide que seamos siempre
verdaderos.
La falta de sinceridad, aun en las cosas más pequeñas, es
causa de enfriamiento en las relaciones humanas. Quien falta a la verdad tiende
a distanciarse. Son muchos los que mienten como forma de dar inicio interior al
proceso de acabar con la relación, siendo que algunos lo hacen antes de haber
comenzado de hecho la relación. Una especie de traición a sí mismos y al otro,
antes de que eso se crea posible.
La sinceridad implica que confiemos en el otro, que
valoremos lo que parece ser insignificante pero que es mucho mayor de lo que
parece.
El que ama evita exageraciones.
La presencia del otro, la simple comunión del mismo
silencio, bastan.
El milagro profundo es que alguien está ahí, me ve con
ojos bondadosos y me quiere escuchar con atención. Esta es la certeza firme que
me anima, consuela y guía mi vida.
Amar no es ser más de lo que se es, pero tampoco es ser
menos.
Amar es estar y ser, no es hacer.
Porque quien camina en busca del amor ya camina en el
amor.
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